Abróchense los cinturones. La contracción económica está a punto de aterrizar y hay que conocer tanto la naturaleza del adversario como la mejor forma de convertir las amenazas en oportunidades.
Vivimos tiempos interesantes, quizá demasiado interesantes. En estos diez años hemos navegado una de las peores crisis financieras de nuestra historia, el rescate europeo de la banca española tras la debacle de las constructoras, el estallido de una pandemia inaudita que provocó una crisis y un programa de recuperación comunitario todavía más inauditos, una guerra que amenaza con devolver a Europa a la Guerra Fría y, finalmente, una inflación tan elevada que ha superado los máximos de las últimas tres décadas.
Ahora, la siguiente curva en el camino se llama “recesión”, y ya ha atraído suficientes miradas como para convertirse en un término que, en agosto, bordeó las 16 millones de entradas en Google. ¿Pero en qué consiste exactamente este fenómeno, cuál es su origen y por qué se considera inminente?
El frenazo económico que viene: causas y consecuencias
Cada vez son menos los expertos que discuten la posibilidad de la recesión. Lo que más se está debatiendo ahora mismo es cuándo llegará exactamente y con qué intensidad golpeará nuestras vidas.
Los economistas hablan de recesión cuando se suceden dos trimestres con el PIB en negativo. Y eso significa fundamentalmente que:
- los hogares y las empresas se empobrecen
- aumentan los despidos y el temor a ser despedido entre las familias
- la disminución de la renta disponible y la incertidumbre enfrían el consumo… y las empresas sufren, en consecuencia, la caída de la demanda
- los negocios también reducen sus inversiones y revisan su endeudamiento, que ahora juzgan excesivo
- el tamaño de la plantilla, la masa salarial y los costes de producción también están bajo revisión. Las empresas se preguntan cómo pueden gastar menos
- los directivos estudian la retirada o el reposicionamiento en los mercados menos rentables
- la valoración de las cotizadas se reduce, cerrándoles otra vía de financiación barata
En primer lugar, debes comprender que los orígenes de la próxima recesión son, principalmente, cuatro:
1. La ‘nueva severidad’ de la política monetaria
Hipotecarse y pedir un crédito o un préstamo es y será infinitamente más caro por la subida de los tipos de interés y la retirada de los programas de estímulo monetario. El consumo, la inversión y el crecimiento económico, en consecuencia, darán un frenazo.
2. Inflación elevada
La inflación elevadísima y persistente (propulsada por los planes de recuperación, la financiación barata de los banqueros centrales, la crisis energética alimentada por la invasión de Ucrania y la crisis de abastecimiento) empobrece a la población. Y todos consumimos e invertimos menos.
3. Se acabaron las muletas
Los grandes planes de estímulo han cumplido su misión de ayudarnos en la recuperación, y aquí se incluyen tanto enormes partidas de gasto público (por ejemplo, los NextGen europeos o sus homólogos en China o Estados Unidos) como programas de estímulo monetario (sobre todo del BCE y la Reserva Federal) para mantener hundidos los tipos de interés y facilitar la financiación de particulares o empresas mediante el crédito o la renta fija.
Sin embargo, los bancos centrales están a punto de retirar del todo las medidas de estímulo monetario y las partidas de los programas de estímulo de los Gobiernos se han ejecutado en su mayor parte. Dicho de otra forma: ahora hay que aprender a caminar sin muletas… sobre un terreno resbaladizo por culpa de la recesión.
4. Los estados apenas pueden reaccionar
La enormidad de la deuda que contrajeron los estados durante la pandemia, sumada a la que habían acumulado previamente, les resta ahora recursos para suavizar o neutralizar la recesión que viene. Esto se aprecia con bastante claridad en los estados más endeudados del planeta, entre los que destacan Japón, Grecia, Portugal o Italia.
El endeudamiento excesivo dificulta la reacción ante la recesión por dos vías:
- se pueden dedicar menos recursos a contener la crisis porque primero hay que pagar a los acreedores;
- los acreedores se fían menos de nosotros y nos elevan el coste de la deuda porque saben que ahora nos va a resultar más difícil pagar.
Pero el endeudamiento no es la única causa que reduce la capacidad de reacción de los estados. Hay otros factores como la división francoalemana, que le impide a la Unión Europea tomar decisiones rápidas para reemplazar el gas ruso por el argelino, o que los países que fabrican productos esenciales (microchips, etc.) parezcan incapaces de multiplicar su producción a corto plazo para zanjar la crisis de abastecimiento.
A quién afectará más la recesión
Generalmente, los más castigados por las contracciones económicas son las personas y los negocios más vulnerables. En este caso, destacan entre ellos los que más dependen de:
- el fuerte crecimiento a corto plazo solo para seguir trabajando, recuperar su empleo o mantener su actividad;
- una financiación bancaria baratísima para devolver sus créditos y préstamos y contratar otros nuevos, que necesitan desesperadamente;
- una energía que ya les estaba costando pagar para conservar su competitividad o calentar o enfriar sus viviendas e instalaciones;
- un consumo de materias primas o productos muy básicos (alimentación, higiene, limpieza) que los precios disparatados ya les habían obligado a reducir.
Las empresas que sufren las recesiones con más ferocidad suelen ser las que pertenecen a sectores muy ligados al consumo fácilmente prescindible. Y ahí es donde reciben una mención especial la hostelería, el turismo o la distribución (tiendas, centros comerciales). En esta recesión, por culpa de la crisis energética que ha catapultado los costes de la electricidad y los combustibles, la industria también será una de las grandes perjudicadas.
Los países que se están llevando las portadas por el impacto de la inminente recesión son las grandes economías desarrolladas en Europa y Norteamérica. Sin embargo, según el Banco Mundial, no van a ser los más afectados. Los que sufrirán, probablemente, un impacto mayor son los países emergentes porque:
- arrastran una elevadísima inflación sin haberse recuperado aún de la crisis pandémica;
- sus bancos centrales y sus políticas anti-inflación son menos creíbles;
- reciben todo el impacto de lo que hagan los bancos centrales de las grandes potencias;
- tienen menos margen presupuestario para apoyar a sus empresas en dificultades.
Liderazgo sereno: así se pilota una empresa en tiempos de crisis
Las crisis o, al menos, las aguas crecientemente revueltas de la economía son las que forjan e identifican a quienes son capaces de llevar el timón de un negocio. Las decisiones fáciles se agotan antes de empezar y las difíciles no dejan de multiplicarse. Y sabemos que estamos ante un líder cuando un directivo:
- explica claramente a su equipo los desafíos y sacrificios que afrontarán juntos ante una recesión inminente
- asume gran parte de la responsabilidad por las medidas dolorosas (recortes de plantilla, congelaciones salariales…) que va a tener que tomar
- es optimista y contagia su optimismo con datos en la mano, celebrando los éxitos de su equipo y compartiendo con sus miembros las primeras señales de recuperación
- reconoce que no sabe lo que no sabe y redobla la confianza en la capacidad de su equipo (no se encierra en sí mismo) en medio de la tempestad
- es fuente de estabilidad, perspectiva y calma para los demás. Sabe contagiar su resiliencia
Los directivos, si quieren ser fuente de serenidad y perspectiva para sus equipos en medio del vendaval, lo mejor, indudablemente, es que también impriman ese mismo espíritu a sus empresas.
Así se prepara una empresa para las ‘vacas flacas’
El tenista laureado Rafa Nadal suele decir que hay que entrenar cuando tienes un día malísimo, porque se parece mucho a lo que sentirás en un partido difícil. Y eso también se puede hacer con las recesiones antes de que se produzcan, siguiendo estos consejos:
1. Ahorra más de lo que tenías previsto
Es una forma ideal de aprender a vivir con menos recursos antes de que las circunstancias te obliguen a hacerlo. Y como se recomienda, es esencial un cambio de cultura donde la austeridad y la eficiencia se vuelvan la norma y no un proyecto especial de corto plazo.
Para conseguirlo, es importante que:
- el líder dé ejemplo y sea coherente con lo que predica
- evitemos la inercia del “esto siempre se ha hecho así” para justificar un proceso. La clave es la eficiencia
- identifiquemos las principales fuentes de costes y planifiquemos, de forma realista y ambiciosa, la nueva austeridad
- analicemos si se están cumpliendo los objetivos propuestos y realicemos los ajustes necesarios si no es así
2. Mantén la tranquilidad frente a los anuncios de crisis
Las malas previsiones alimentan el pesimismo y te llevan a ponerte en los peores escenarios. Lo mejor es conservar la calma, no dejar volar la imaginación y caminar paso a paso.
La mejor manera de mantener la serenidad es:
- haber identificado previamente distintos escenarios y presupuestos y aplicar las medidas necesarias según se vayan cumpliendo sus requisitos
- no renunciar a la flexibilidad que supone adaptarse a las circunstancias inesperadas
- y ser muy transparente con el equipo y la plantilla sobre la situación de la empresa y los sacrificios necesarios
3. Identifica las partidas de gasto imprescindibles
El colegio y la universidad de tus hijos, las cuotas de la hipoteca de la vivienda… son una serie de partidas sin las que no puedes pasar y que debes proteger, aunque tengas que renunciar a gastos o activos importantes. Así, las partidas imprescindibles para una empresa pueden ser:
- las principales palancas de crecimiento y ventaja competitiva
- las que garantizan el posicionamiento en los mercados preferentes
- las inversiones que, si no se hacen, pueden dañar gravemente la reputación corporativa (un ejemplo: un banco no permitirá que la falta de inversiones cuestione su solidez financiera o la seguridad de los ahorros de sus clientes)
4. No pierdas de vista el largo plazo
Las recesiones invitan a deshacer inversiones y ahorrar todo lo posible, pero las vacas flacas no duran toda la vida. Del mismo modo que planificamos la jubilación, una empresa no puede dejar de prestar atención a:
- la investigación y desarrollo de nuevos productos que garantizarán la competitividad en el futuro;
- la reducción gradual y refinanciación de la deuda sin desestabilizar las finanzas corporativas;
- la identificación de nuevos mercados y segmentos como fuentes de ingresos.
5. Cuida algo más que las finanzas
Las contracciones económicas son el momento en el que muchos tienden a obsesionarse con las finanzas y a olvidarse del resto. Y es un error, porque un directivo no puede olvidar nunca la importancia de aspectos como:
- la atracción y formación del talento que necesita para capear la crisis y acelerar la recuperación;
- la motivación de los equipos para que no caigan en la pasividad o el pesimismo;
- la proximidad y el compromiso de la empresa con un cliente, una sociedad y unos proveedores que también están sufriendo la recesión.
Como se ve, una empresa es mucho más que sus finanzas, igual que un directivo es mucho más que su gestión del presupuesto. Por eso hay que aprender a relativizar las dificultades que atravesamos, no dejar de confiar en nuestras fuerzas y seguir devolviéndole, siempre que sea posible, una sonrisa al espejo. Hay oportunidades en las crisis y hay momentos buenos en las recesiones. Y vamos a exprimirlos.