Las relaciones personales son clave en cualquier compañía, pero son especialmente importantes para los directivos. De ellas depende, en gran medida, el impacto que pueden llegar a tener como líderes y el ritmo y la dirección de su desarrollo profesional.
Las relaciones exitosas dependen mucho menos de la jerarquía que de la empatía, los favores, los intereses comunes y la confianza. Cultivarlas implica, antes o después, descubrir su potencial para resolver problemas, agilizar procesos, alcanzar objetivos y progresar en una organización.
Conviértete en un líder bidireccional
Una cosa es que un profesional goce de una considerable simpatía natural y otra muy distinta que sea capaz de tejer una red de contactos significativos. La popularidad de un líder debe ir acompañada de un reconocimiento a su competencia por parte de personas clave en la empresa. Esas personas incluyen, por supuesto, a sus superiores y a los miembros de su equipo.
En este enjambre corporativo, la gestión bidireccional se convierte en un arte dominado por directivos y mandos intermedios que asumen con dedicación su papel de enlace. Líderes que son conscientes de que no puede haber resultados excelentes sin empleados excelentes y comprometidos con su trabajo, con la estrategia y con la organización.
Cómo reconducir la relación con tu jefe
Por muy alto que llegue dentro del organigrama, es muy difícil que un profesional se comprometa plenamente con un proyecto y desarrolle todas sus capacidades si desconfía de su jefe o si la relación entre ambos está marcada por la tensión. Además, cultivar una relación saludable con un superior es fundamental para desbloquear proyectos, trabajar de manera más eficaz y tener más opciones de promocionar en la empresa.
Aunque no es sencillo reconducir una relación que ya se ha estancado, un primer paso es identificar el origen de las tensiones:
1. Comunicación
¿Te reúnes muy poco a menudo con tu jefe? ¿Vale la pena cambiar el formato, el espacio o el tono de las conversaciones?
2. Inseguridad
Puede ser tanto del subordinado como del jefe.
3. Falta de motivación o rendimiento
Surge cuando un superior cree que un profesional no aporta lo suficiente o cuando un empleado opina que no se le valora adecuadamente.
4. Adaptación
Confusiones que se producen cuando un jefe y un empleado todavía no se conocen.
Una vez realizado el diagnóstico, te recomendamos seguir estos pasos para fortalecer la confianza y la comunicación entre ambos. Recuerda que una relación se cultiva día a día con gestos aparentemente pequeños:
- Opta siempre por críticas constructivas.
- Si no estás de acuerdo con una decisión, expresa tu opinión con delicadeza y en los foros adecuados.
- Para recuperar la confianza de tu jefe, demuestra que tu trabajo es valioso y leal.
Claves para reportar: ofrece soluciones y muestra empatía
Una forma de trabajar la comunicación entre empleados y superiores es aprender a reportar correctamente, en especial cuando se abordan situaciones problemáticas o cuando partimos de una relación deteriorada.
Cuando tengas que “elevar” un desafío a tu jefe, intenta ser muy riguroso y resolutivo:
1. Describe la situación
Explica en detalle el problema, cómo has intentado resolverlo y qué consecuencias puede tener para el equipo y para la empresa.
2. Plantea posibles soluciones
Evalúa las consecuencias de tus propuestas, su capacidad de aplicación y argumenta por cuál te decantarías.
3. Asume tu responsabilidad
Sé parte de la solución e implícate en el proyecto, aunque no compartas la decisión final de tu jefe.
Otro ingrediente esencial en la relación con un superior es la empatía. Y la empatía, en el mundo empresarial, pasa por comprender la situación, las metas y las prioridades de nuestros jefes. Tener la humildad de preguntarle por sus objetivos sin darlos por sentados, ponernos en su piel o demostrarle que intentamos comprender honestamente su posición son actitudes que nos acercarán a nivel personal. Una posición que también nos permitirá anticipar los momentos en los que esté más receptivo a nuestras demandas y sus respuestas más probables ante determinados acontecimientos.
En la otra dirección de estas relaciones, si un directivo ejercita la empatía y consolida la confianza con sus empleados, podrá trasladar a sus propios jefes las preocupaciones de su equipo y adelantarse a problemas potencialmente graves para la empresa.
Inteligencia política: cuida tus contactos en toda la organización
Más allá de jefes y empleados, las redes de contactos significativos que tejen los directivos de éxito se extienden por toda la compañía. Los equipos de sus subordinados, sus antiguos equipos, otros mandos paralelos, proveedores, colaboradores, clientes… Los grandes líderes dejan siempre un reguero visible de aliados por donde pasan y eso se convierte, antes o después, en uno de los combustibles principales de su progresión y de su impacto.
Cuanto más crece un líder, más depende de todas las personas con las que trabaja y más responsabilidad debe asumir por los éxitos y los fracasos no solo de sus equipos directos, sino de toda la organización.
La inteligencia política parte, en definitiva, de una idea muy sencilla: si las personas son lo más importante para una empresa, sus relaciones también tienen que serlo. Una compañía no puede ser puntera si las relaciones entre sus empleados son negativas, y los profesionales más cualificados difícilmente querrán incorporarse a un proyecto que consideren tóxico por ese motivo.
Contribuir a crear un entorno de relaciones saludables en la empresa pasa, en gran medida, por comprender que todos – incluso en las esferas más altas – tenemos un jefe. Por aceptar que trabaja lo mejor que puede con los conocimientos y con los recursos que tiene. Y por asumir que, como humano, sus intenciones son positivas y que busca lo mejor para sus equipos y para la organización, aunque a veces sus decisiones no nos beneficien.
En los programas de formación directiva y másters del IESE, nuestros alumnos trabajan sus habilidades de comunicación y su capacidad para establecer conexiones clave en la organización.