Ignasi Cambra comenzó a tocar el piano a los seis años. A los 17, mientras se preparaba para embarcarse en una licenciatura en Administración de Empresas, consiguió una beca para estudiar Piano en los Estados Unidos. Después, obtuvo un máster en la prestigiosa escuela de música Juilliard de Nueva York, y ha tocado en salas de conciertos de todo el mundo. Durante todo este tiempo, ha sido un ejemplo inspirador de la capacidad humana para transformar en fortalezas los desafíos que impone la vida.
Además de ser un músico sobresaliente, Ignasi siempre ha creído en el impacto positivo que pueden tener las empresas en la sociedad. Por eso en 2021 — cerrando el círculo de los planes que tenía a los 17 años — completó el programa Executive MBA del IESE.
Ha sido un año difícil, pero el pianista invidente Ignasi Cambra se mantiene optimista. Cuando casi todos sus conciertos de 2020 se cancelaron, decidió aprovechar el tiempo y ha descubierto que también tiene oído para los negocios. Estas son sus reflexiones sobre la vida, el arte y el emprendimiento.
Siempre he disfrutado de la música, desde que comencé los estudios musicales a los seis años. Ha terminado siendo mi profesión sin que lo planificara. Es un mundo muy competitivo. Al igual que con los deportes, muchas personas intentan dedicarse profesionalmente, pero muy pocos lo logran. También es extremadamente injusto. Las tasas de admisión a las mejores escuelas de música del mundo son más bajas que las de negocios. Muchas personas de talento que no entran son tan buenas, o incluso mejores, que las que sí lo hacen. Como en muchas otras profesiones, la suerte juega un papel importante.
El talento es importante, pero no lo es todo, ni tampoco lo es el trabajo constante. Una cosa es sentarse frente al piano y tocar siguiendo las notas, y otra distinta es practicar de una manera que sea útil y que de verdad suponga un progreso. Para mí, si me pongo a practicar más de cinco o seis horas al día, pierdo el tiempo. Si persisto, acabo por crearme malos hábitos. Me tomó un tiempo darme cuenta de eso.
La gente piensa que es increíble que toque de memoria… pero todos los pianistas, invidentes como yo o no, lo hacen. La diferencia está en que pueden aprender la partitura leyéndola primero… pero, aun así, tendrán que memorizarla al final. Yo aprendo de oídas, que es más lento, pero aprovecho la ocasión para ir memorizando, así que en cierto modo soy un poco más eficiente.
“Por supuesto que algunas cosas son más difíciles para mí, pero todo el mundo, con o sin discapacidad, hace frente a desafíos”.Ignasi Cambra (EMBA ´21)
No digo que nunca tenga desafíos. Por supuesto, algunas cosas son más difíciles para mí, pero todos, con o sin discapacidad, los tienen. Uno de mis profesores dijo una vez que, en lugar de quejarte, siempre puedes adaptar tus capacidades y sacar algo positivo de aquello que no se te da tan bien. Todo el mundo necesita entender en qué no es tan bueno, lo cual es tan importante como que entienda en qué sí lo es. Saberlo ahorra muchos problemas.
Amo lo que hago, pero dentro de mí hay un emprendedor. La idea de tener un impacto positivo y servir a los demás me atrae mucho. Aunque yo sería el primero en decir que las artes son de lo más importante para la sociedad, siempre he querido hacer algo con un impacto más directo y práctico en la vida de las personas. Esa es una de las razones por las que decidí hacer un Executive MBA en el IESE.
El arte y los negocios no están reñidos. Con demasiada frecuencia, las artes van de un extremo al otro: o te centras en el aspecto financiero, sacrificando la posibilidad de crear experiencias realmente interesantes para la audiencia, o le das prioridad a lo artístico a costa de perder dinero. Pues no, no tiene que ser una cosa o la otra. En ambos casos, como en la vida, se trata de trabajar con más personas: con las que te gustan, con las que no, con las que necesitas una buena relación, y con las que parece que no importan… pero que sí lo hacen. Siempre. Al final, el arte y los negocios consisten en afrontar la propia vida.