Socio consultor de sostenibilidad corporativa y cambio climático en Environmental Resources Management (ERM). Master in Business Administration (MBA) ‘95.
Nos encontramos en un punto de inflexión para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas en 2050. ¿Qué tal lo estamos haciendo? ¿Hay razones para el optimismo o para el pesimismo? Para ambos, opina Hiroshi Tomita. Por un lado, “vemos ataques, críticas y movimientos en contra de la acción climática”. Por el otro, añade, “recuerdo que, cuando empecé a trabajar en cuestiones de cambio climático y reformas del mercado energético en los años noventa, nadie pensaba que las acabaría liderando el sector privado. Y eso me hace sentir optimista”.
Como directivo bicultural, Tomita está acostumbrado a aunar dos realidades al unísono. Creció en Brasil, adonde su familia recaló por el trabajo de su padre en una empresa japonesa de transporte: “De hecho, mi primer idioma fue el portugués y no comencé a hablar japonés hasta que regresamos a Japón. Así que la mezcla de Brasil y Japón está en lo más profundo de mi personalidad”.
Esto inculcó en él un gran interés por Latinoamérica. Tras graduarse en derecho internacional en la Universidad de Waseda de Tokio en 1990, Latinoamérica se convirtió en el eje de los informes de riesgo que elaboró en Nomura Research Institute (NRI), su primer trabajo. La región estaba en plena transición económica, y Brasil no tardaría en formar el grupo BRIC de países emergentes (junto con Rusia, India y China).
Fue en estos años de transición cuando decidió cursar un MBA en el IESE: “La mayoría de la gente iba a Estados Unidos a estudiar, pero yo estaba decidido a ir a Portugal o España”. Quedaba convencer a su empresa, ya que apenas había precedentes de un japonés estudiando un MBA en un país de habla no inglesa.
Por suerte, NRI apoyó su solicitud y el IESE la aceptó. Tomita destaca de su promoción –en la que figuraban otros cuatro japoneses y pocos asiáticos más– que la gran diversidad de alumnos que había –procedentes de Latinoamérica, España y otros países europeos– enriqueció su experiencia de aprendizaje y lo preparó para el mundo empresarial multicultural y globalizado en el que iba a entrar. “Aquí puedes intercambiar ideas con personas de diversas procedencias mientras desarrollas capacidades muy valiosas para el futuro”, escribió en la revista de la escuela.
Cuando las ideas se alinean
El contacto con diferentes ideas, junto con “la diversidad que llevo dentro”, le sirvió para ir a Washington a trabajar en el Banco Interamericano de Desarrollo, financiador de la construcción de infraestructuras sostenibles en Latinoamérica. Después, durante diez años, estuvo a cargo de la financiación climática –incluidos los créditos de carbono– del Banco Japonés de Cooperación Internacional, Fortis Bank y BNP Paribas, centrándose de nuevo en las dos regiones que mejor conoce: Asia-Pacífico y Latinoamérica. Y, durante otra década más, ya en PwC Advisory, formuló estrategias de mercado para empresas niponas interesadas en invertir en proyectos de energía e infraestructuras en el extranjero.
“Al principio, fue mi experiencia latinoamericana lo que me abrió puertas”, afirma. Pero, cuando el Protocolo de Kioto (el primer tratado de reducción de emisiones del mundo) entró en vigor en 2005, las instituciones financieras japonesas viraron su interés hacia proyectos de reducción de emisiones y sostenibilidad. Brasil –país BRIC que había acogido la Cumbre de la Tierra en la que se adoptó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático– se convirtió, lógicamente, en un destino inversor. “Y entonces el mercado empezó de veras a moverse. Tenía la impresión de que todo lo que había estado haciendo en torno a las transformaciones tecnológica y energética me había preparado para ese momento, así que me lancé a ello”, cuenta.
Tomita se muestra esperanzado por la senda que toman las empresas: “Cuando más optimista me siento es cuando veo que el sector privado se pasa a las energías renovables y los biocombustibles, y adopta cada vez más los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG), algo impensable hace diez años. Tengo confianza en lo que podemos conseguir a largo plazo”.
De atrás adelante
Respecto a los progresos en ESG, un estudio reciente de los profesores del IESE Gaizka Ormazábal e Igor Kadach señala que el 38% de las empresas a nivel mundial (el 60% en la UE) ya vinculan la remuneración directiva a los objetivos ESG; un avance, en parte, debido al creciente alineamiento de los inversores institucionales en torno a esta cuestión. Existen evidencias de que las emisiones de carbono están disminuyendo en las empresas que vinculan la retribución a los ESG, aunque eso no les aporte réditos económicos a corto plazo.
Para Tomita, los ESG no son tanto un análisis de coste-beneficio explícito como un imperativo para la seguridad energética y la diversificación a largo plazo –al menos en Japón–, ya que evitan la dependencia de una única fuente de energía. “Japón empezó a moverse en esa dirección hace treinta años. Transformar la energía no es algo que se produzca de un día para otro”, señala.
¿Qué le diría a una petrolera o gasista escépticas? “Que necesitan diversificar su negocio. No tienen que transformarse radicalmente de la noche a la mañana, pero sí hacer algo. Tomita recomienda realizar un cálculo económico pensando en el futuro: “Las energías renovables no eran rentables hace quince años ¡y mira dónde estamos hoy! Hace treinta años las decisiones tampoco eran fáciles, pero, gracias a ellas, hoy la transformación está en marcha”.
La pandemia y la invasión rusa de Ucrania parecen haber contribuido a que estos mensajes calen en la sociedad. Según Tomita, hoy valoramos las ventajas de la diversificación porque hemos experimentado en carne propia lo que sucede cuando se ponen todos los huevos en la misma canasta: los riesgos son muy, pero que muy reales.
Medir para impactar
La diversificación ha permitido a Japón superar el terremoto y el consiguiente tsunami que en 2011 provocaron el desastre de la central nuclear de Fukushima. Según otro estudio reciente del IESE, a cargo del profesor Pietro Bonetti, entre otros autores, el coste del capital tras la catástrofe aumentó para todas las empresas niponas, pero no tanto para aquellas que voluntariamente habían hecho públicas sus emisiones de carbono en los años anteriores. Además, las que, tras el accidente, cambiaron sus prácticas de transparencia y elaboraron más informes de sostenibilidad, vieron reducido su coste de capital con el tiempo. Esto sitúa el reporting medioambiental como una fuente de información muy valiosa para los inversores, sobre todo en el caso de una crisis energética.
“En Japón se creía, sobre todo si estabas en una industria altamente contaminante, que ser demasiado transparente podía perjudicar tu negocio. Pero, como les digo a mis clientes, no es el reporting lo que tiene efectos negativos. Es más, cuando una central térmica de carbón hizo público lo que hacían, el efecto fue positivo”, afirma.
Tomita recuerda la vez que llevó a una delegación brasileña a ver esa central: “Se quedaron sorprendidos de que no hubiera suciedad; todo estaba tan limpio que quienes vivían al lado incluso colgaban la colada en el jardín”. Anécdotas aparte, señala que “que siga siendo una central térmica de carbón es algo que hay que cambiar. Pero no se consiguen mejoras o progresos hasta que mides e informas de tu impacto con métricas fiables”.
Actualmente, Tomita trabaja en una consultora que ofrece a sus clientes buenas prácticas en materia de transparencia, descarbonización empresarial y cambio climático. “En ERM, la sostenibilidad es nuestro negocio. Quiero ayudar a las empresas en su transición energética y en la introducción de las renovables y otras fuentes de energía nuevas, como el hidrógeno y los biocombustibles”.
Las petroleras y gasistas, en particular, necesitan una hoja de ruta para su transformación: “Han de entender los riesgos y los marcos globales que permiten alcanzar los objetivos de cero emisiones netas, como los créditos y mercados de carbono, cuyo funcionamiento no todo el mundo comprende bien”, dice.
Quien sí parece entender que la sostenibilidad es el camino a seguir es la nueva generación de líderes empresariales que se abre paso. Según Tomita, “a los jóvenes les interesan mucho la sostenibilidad y la idea de la empresa como una fuerza positiva”.
Y no hay un perfil estándar, tal y como atestigua su propia trayectoria. Dado el auge de la financiación sostenible y la entrada del gran capital en los proyectos climáticos, la experiencia en banca puede ser útil, al igual que “alguien que haya trabajado diez años en una central térmica de carbón. Necesitamos personas que entiendan la energía. Con experiencia en ingeniería o en comercio”, asegura.
En otras palabras, necesitamos perfiles diversos capaces de abordar el desafío climático desde múltiples ángulos y de “contribuir al desarrollo de este nuevo y fascinante mercado en el que estamos”. He ahí un motivo para ser optimista.