Fernanda Lopes Larsen (GEMBA ‘23) es vicepresidenta ejecutiva para África y Asia de Yara, cuya misión es alimentar el mundo y proteger el planeta. Ha sido galardonada con los premios Inspiring Women Worldwide de la organización WIN y Sim à Igualdade Racial en 2023.
Cuando Fernanda Lopes Larsen se mudó a Noruega en 2012, no esperaba tener muchos problemas para integrarse. Después de todo, era el quinto país en el que se instalaba esta brasileña graduada en Ingeniería Civil. Tras estudiar en Austria y trabajar en Alemania y Reino Unido, muy duro no podía ser, ¿no?
“Fue el mayor choque cultural de mi vida”, asegura. Recuerda sentirse fuera de lugar, tanto a nivel profesional –en una empresa tradicional con una cultura corporativa muy distinta a las de otras donde había trabajado antes–, como personal –al ser, “una brasileña chillona y extrovertida”, tal y como se define –.
Aun así, desde que consiguiera un trabajo en la empresa de fertilizantes noruega Yara, ha ascendido con rapidez hasta formar parte del equipo directivo. Ahora está destinada en Singapur como vicepresidenta ejecutiva para África, Asia y Oceanía.
“Las dificultades de los primeros tiempos me han hecho la líder que soy hoy”, confiesa. Le enseñaron a alzar la voz por las causas en las que cree. Y hoy, como defensora de la diversidad y la inclusión, está en la primera línea de las conversaciones sobre sostenibilidad e igualdad social.
Repensar el sistema
“Si sigo en Yara es por la fuerza de su misión”, afirma. “Estamos aquí para alimentar al mundo y proteger el planeta”. La empresa está firmemente comprometida con la descarbonización de la producción de fertilizantes y el apoyo a la transición hacia una agricultura neutra en carbono y positiva para la naturaleza. Los fertilizantes son esenciales para alimentar a una población mundial cada vez más numerosa, sobre todo si a ello se le añade el cambio climático. Pero la producción alimentaria es un sector altamente contaminante, responsable de cerca del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo.
¿En qué consiste esa transición agrícola?, le preguntamos. “Se trata de reconocer que debemos hallar una nueva forma de cultivar”, responde antes de explicar los tres pilares en que se basa el enfoque de Yara.
El primero consiste en “limpiar” la producción de amoníaco, el ingrediente fundamental de la mayoría de los fertilizantes; es decir, en descarbonizarla utilizando las renovables en lugar del gas natural. Otra alternativa es usar lo que se denomina amoníaco azul, pues, al capturar y almacenar el CO2 generado durante la producción de amoníaco, consigue que el proceso sea prácticamente neutro en carbono.
Los otros dos pilares son abrazar la agricultura regenerativa y promover la prosperidad de los agricultores. En otras palabras, es clave implementar prácticas que permitan aumentar la eficiencia de las cosechas y nutrientes, reducir el consumo de agua y proteger el suelo. También lo es procurar que los progresos en la reducción de emisiones no se hagan a costa de los pequeños agricultores, parte de la población más pobre y responsable de al menos una tercera parte de la producción alimentaria mundial. La prosperidad también implica abordar el 30% del desperdicio alimentario, a menudo debido a la dificultad de acceso a los mercados. “Mejorar los sistemas para que los agricultores accedan al conocimiento y los compradores a largo plazo puede ayudarles a salir de la pobreza”, asegura.
Estos años que lleva en Yara, Lopes Larsen ha visto lo mucho que ha evolucionado el debate global sobre sostenibilidad. ¿Qué visión se tiene en Asia, donde se empieza a hablar de un Pacto Verde similar al europeo? “Aún no hay una voz única ni fuerte”, dice. Pero esas voces se oyen cada vez más, sobre todo en las últimas cumbres de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN).
En cuanto a Singapur, “siempre digo que muchas de las soluciones de la transición hacia un sistema alimentario más sostenible pueden venir, paradójicamente, de un país que apenas cultiva; en la actualidad importa el 90% de sus alimentos. Pero lo que hace Singapur es invertir enormes cantidades de dinero en ciencia, tecnología, agrotecnología y agricultura sostenible. El Gobierno cuenta con una estrategia para producir el 30% de los alimentos que consume el país en 2030”.
Aunque queda mucho por hacer, Lopes Larsen cree que es posible revisar todo el sistema alimentario y reducir sus efectos en el planeta. Pero es preciso un cambio radical. Y propugnar el cambio, tanto a nivel personal como profesional, es algo por lo que ella siente auténtica pasión.
Usar el liderazgo para cambiar las cosas
Otra área que busca cambiar es la diversidad en la dirección de empresas. Pese a la reputación de Brasil como una democracia racial, Lopes Larsen recuerda que los estudiantes negros eran minoría en su universidad. Cuando se fue a vivir a Europa se concienció de ello y empezó a desarrollar el vocabulario que le permitiría describir el racismo sistémico del que fue testigo y víctima.
“Ser una mujer negra en el ecosistema empresarial me ha hecho más consciente de estas cuestiones”, explica. “Porque ser negra no es algo que pueda (ni quiera) desconectar por las mañanas, cuando voy al trabajo, para encajar en los ambientes de los que formo parte. Quiero llevar al ámbito laboral todo lo que soy, y eso incluye mi cultura, mi ascendencia y mi educación brasileña”, señala Lopes Larsen.
La terrible muerte de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos en 2020 impulsó su activismo en su profesión. “Me da un poco de vergüenza admitir que se debió a la muerte ante las cámaras de un estadounidense, cuando cada día fallecen niños en las favelas de Brasil, pero que todo el mundo viera cómo se mataba a un negro inocente fue transformador para mí”.
Junto con un colega, le pidió a su director general tomar medidas que mejoraran el entorno empresarial para los jóvenes líderes negros. “Pensé que me despediría, pero me dije: ‘¿De qué sirve tener una posición de liderazgo si no puedo usarla como plataforma?’” Su superior no solo le transmitió todo su apoyo, sino que instauró un programa para ayudar a los líderes negros a moverse mejor a nivel empresarial, algo que a Lopes Larsen le habría gustado tener cuando empezó su carrera. “Estoy orgullosa de cómo respondió mi empresa”, dice, “y ojalá más personas hablen alto y claro y usen su liderazgo como plataforma. A fin y al cabo, el objetivo es que todos podamos ir al trabajo siendo nosotros mismos y acceder a las mismas oportunidades”.
Hacerse oír y avanzar en las conversaciones es clave, porque hay mucho que cambiar. “Basta fijarse en la composición de los consejos de las organizaciones más importantes del mundo” para observar la falta de diversidad, apunta. “Y muchas otras compañías siguen sin tomarse en serio la emergencia climática”, añade. En este sentido, Lopes Larsen cita como fuente de inspiración a dos compatriotas que conoció en la cumbre de Davos de 2022: Luana Genot y Adriana Barbosa. “Con su incansable labor activista han empoderado a numerosos brasileños negros y les han abierto la puerta a oportunidades”, destaca de ellas.
“Quienes piensan que el Foro Económico Mundial no es más que una reunión elitista no podrían estar más equivocados”, afirma la directiva. “He conocido a directores generales, emprendedores, cargos públicos y líderes del tercer sector fantásticos. Son personas humildes, determinadas y comprometidas con la resolución de los problemas más urgentes que afronta el planeta: la seguridad alimentaria y el cambio climático. Y he tenido el privilegio de conversar con algunas de las mentes más maravillosas, especialmente mujeres, que están a la vanguardia de la lucha por la igualdad racial, la justicia social y la prosperidad”. También ha tratado con presidentes y otras voces africanas que, en su opinión, “comparten una pasión por África digna de emulación”. “Nunca he sentido tanto orgullo por mi ascendencia africana ni tanta pertenencia”, concluye.
Lopes Larsen se muestra, como siempre, optimista: “Creo que el mundo empresarial es un actor clave. Tenemos talento y empleamos a mucha gente. Así que, si nosotros avanzamos, también lo harán otros. Nada me va a disuadir de seguir defendiendo las causas en las que creo con las herramientas de que dispongo”.
Aunque que tal vez ni ella ni su hija vean los frutos de su labor, reconoce su trascendencia: “La verdad es que no necesito las flores, tan solo quiero ayudar a plantar las semillas”.