El mundo de hoy está lleno de distracciones. El canadiense Robin Sharma, coach y escritor de éxito, asegura que “la tecnología nos interrumpe cada 11 minutos y tardamos otros 25 en volver a concentrarnos en el trabajo que estábamos haciendo”. La consulta compulsiva del correo electrónico y de las redes sociales son sólo algunos de los numerosos obstáculos que pueden impedirnos focalizar la atención y ser productivos.
Focalizar la atención es, en esencia, una disciplina, y para ejercitarla hay que empezar por orientar la atención hacia uno mismo. Sólo así –siendo plenamente conscientes de nuestras capacidades y recursos– podremos desarrollar la creatividad y la innovación.
6 variables que te ayudarán a ser eficaz
Conocerse a uno mismo es el elemento personal esencial para una buena autogestión y para ser eficientes en nuestro desempeño directivo. Sólo entendiéndonos sabremos si estamos en posesión de aquellas conductas que propician la eficacia individual o, de lo contrario, tenemos que salir a buscarlas y trabajar para alcanzarlas.
La eficacia se construye con seis variables:
1. Responsabilidad
Es el motor de la eficiencia en la medida que dispone al profesional para asumir los compromisos y deberes derivados del trabajo.
2. Capacidad
El rendimiento se produce cuando los talentos que tiene el individuo son los que requiere su puesto, cuando sus habilidades están en consonancia con el tipo de actividad que ejerce.
3. Automotivación
Además de saber hacer las cosas “hay que querer hacerlas”. La disposición de ánimo que nos lleva a esforzarnos es una cualidad fundamental del rendimiento.
4. Autogestión
“Saber hacerlo”, “querer hacerlo” y, por último, “poder hacerlo”. Se trata de encontrar las condiciones organizativas adecuadas para poder rendir y aplicar nuestros conocimientos.
5. Suerte
Este factor se estudia poco en los manuales de gestión y, sin embargo, como todos sabemos, ocupa un lugar muy destacado en las biografías personales y profesionales.
6. Simplificación
No es otra cosa que apostar por el camino más fácil, hacer las tareas de la manera más sencilla. Sin duda, es un elemento multiplicador de la eficacia, ya que posibilita conseguir resultados con una menor inversión en recursos.
Todas estas variables para ser funcionales tienen que ir acompañadas por un puñado de exigentes conductas. La responsabilidad, entre otras cosas, necesita establecer y asumir objetivos relevantes, desafiantes y realistas; la capacidad, ha de estar acompañada de una mejora continua; la automotivación, perseverancia y tener una actitud positiva ante los acontecimientos; la autogestión, buscar un espacio suficiente de autonomía y capacidad de decisión; la simplificación, priorizar y centrarse en los importante; y la suerte, actuar como si la suerte no existiera, siendo muy conscientes, al mismo tiempo, del enorme peso que tiene en nuestras vidas.
Si trabajamos a fondos todas estas conductas y hábitos, y los alineamos con una acertada gestión del tiempo, la constancia determinará el alcance de nuestros logros. Focalizar la atención nos resultará mucho más fácil. Alcanzar lo que se conoce como “flow” ese estado de concentración o inmersión completa en la tarea que tenemos entre manos.
Además, no sólo podremos ser productivos nosotros mismos, también seremos capaces de beneficiar a toda la organización, de manera que el foco personal trascienda al individuo para favorecer a toda la empresa. Por ello, no sólo es importante contratar a personas que tengan claras sus fortalezas y prioridades, también que sean capaces de crear un entorno que facilite el flow de toda la compañía.
Si deseas mejorar tu autoconocimiento y potenciar las conductas que impulsan la eficacia personal, si deseas potenciar un estilo de relación eficiente que permita coordinar alianzas y estrategias, elaborar un plan de acción personal para mejorar las competencias relacionales y, en definitiva, entender las relaciones humanas en profundidad y convertirlas en una prioridad, los programas de formación directiva y másters del IESE te ayudarán a conseguirlo.