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¿Cómo aprenden de sus errores los mejores directivos?

Aunque muchas veces cuesta verlos y duele reconocerlos, los errores forman parte de la vida de cualquier persona. En la empresa pueden llegar a tener consecuencias muy graves, especialmente cuando los cometen altos directivos. Algunos se pueden prevenir, pero evitarlos todos es sencillamente imposible.

Lo que diferencia a los líderes más influyentes es que, a lo largo de su carrera, han aprendido a convivir en paz con sus fallos y han podido extraer una lección de cada fracaso. No se esfuerzan por mostrarse infalibles, porque saben que el verdadero liderazgo es humano y que también consiste en aceptar que, en ocasiones, toca caer para volverse a levantar y seguir creciendo. Compartir esta visión es una de las mejores maneras que tienen de inspirar a sus equipos y un ejemplo para sus empresas y para toda la sociedad. Ya que, en la mayoría de los casos, aunque los éxitos son los que brillan, solo llegan después de superar incontables baches.

Las jornadas “El éxito oculta lo que el error enseña” – organizadas por el IESE y la asociación Connecting Talks – reunieron en los campus de la escuela en Barcelona y Madrid a reconocidos directivos, deportistas y divulgadores que compartieron algunos de los tropiezos que más les han ayudado a evolucionar como personas y a avanzar en sus carreras.

De esas charlas hemos seleccionado algunos de los fallos más frecuentes que cometen los directivos y las lecciones que podemos aprender.

8 errores habituales de liderazgo

1. Elegir mal a tus colaboradores

Para Lucas Carné (MBA-99), fundador de Privalia, uno de los principales tropiezos al inicio de su carrera fue vincularse con personas que en realidad no compartían sus valores, sus objetivos, ni su grado de implicación. “En algunas ocasiones no contaba con suficiente información o las condiciones no se habían acordado con la claridad necesaria para que todo el mundo cumpliese su parte”, explica. En otras, algunos de sus colaboradores cambiaron de idea sobre la marcha.

Aprendió que a la hora de crear un equipo debes intentar conocer todo lo posible a las personas con las que te asocias, no puedes asumir nada que no se haya hablado previamente y “tienes que estar preparado para que en algún momento alguien se comporte de una manera que no esperabas”.

Por su parte, Francisco Reynés (MBA-89), presidente ejecutivo de Naturgy, reconoce que algunos de los peores errores que sueles cometer como directivo son “confiar en quien no debes, no confiar en quien debías, subestimar el factor humano y creer que puedes controlarlo todo”.

2. Abandonar tras una decepción

Ona Carbonell, una de las reinas mundiales de la natación sincronizada, y Christine Giampaoli, piloto de rallies, saben lo que es recibir un “no” por respuesta y venirse abajo después de años de esfuerzo.

Carbonell no fue seleccionada para unos Juegos Olímpicos después de haber aparcado durante casi cuatro años buena parte de su vida personal y haber pasado más tiempo dentro que fuera del agua. Recuerda haber estado “todo el verano llorando sin parar, viendo los juegos por televisión” y preguntándose si debía seguir. Giampaoli, se lesionó gravemente en una pierna y fue apartada de su equipo en un momento en el que estaba superando las marcas de Carlos Sainz.

Aunque estas decepciones llevaron a Carbonell y a Giampaoli al borde del abandono, ambas fueron capaces de seguir adelante comprometidas con aquello en lo que creían y convencidas de que valía la pena intentarlo una vez más. Hay casos en los que la decisión más adecuada es renunciar. En el suyo, continuar les permitió volver a competir y hacer historia en sus disciplinas.

3. Pensar que todo depende de ti

Laureano Molins, uno de los cirujanos torácicos más prestigiosos de España, conoce de cerca la adversidad. A pesar de su experiencia y de una dilatada carrera operando con éxito a cientos de pacientes con problemas cardíacos, no pudo reanimar a su hermano cuando llegó su turno.

Para Molins, un golpe tan duro se convirtió en un camino aún más doloroso, porque al principio se atormentó pensando que “podía haber hecho mucho más” para salvar a su hermano y que su vida dependía únicamente de él.

Fue capaz de sanar una herida tan profunda cuando aprendió a cambiar de mentalidad y empezó a reconocer que un caso tan complejo como una enfermedad del corazón depende de multitud de factores, decisivos e incontrolables, y no solo de la habilidad de un cirujano.

Muchos directivos creen erróneamente que deben cargar siempre con toda una empresa sobre sus hombros, algo que suele provocar altas dosis de estrés, frustración e impotencia. Aunque en aquel momento no fue suficiente, Molins acabó comprendiendo que hizo todo lo que pudo y que dio todo lo que tenía. Gracias a ello ha podido seguir ejerciendo y salvando la vida de muchos otros pacientes.

4. Presumir de tus errores

Alejandro Hernández-Puértolas, CEO de HIP – la plataforma hotelera de Blackstone –, recuerda repasando su trayectoria que “casi nunca llegas tan alto como quieres, pero tampoco caes tan bajo como temes”. Sin embargo, “perderle el respeto al fracaso y banalizarlo puede tener consecuencias que te acompañen de por vida”, añade.

Más allá del peligro que implica subestimar las consecuencias que los fallos pueden tener sobre nuestras empresas, equipos, familias y carreras, Hernández-Puértolas advierte que “en realidad en el mundo de la empresa nadie se toma en serio a los que afirman que han aprendido mucho perdiendo un millón de euros”. Reconocer los errores y aprender de ellos no es lo mismo que ostentar fracasos o derrotas. Alardear de este modo puede afectar profundamente a tu credibilidad en la organización.

5. Castigarte cuando te equivocas

De la misma manera, extraer una lección de cada tropiezo tampoco nos debe llevar a torturarnos. Para Francisco Reynés, no saber por qué has fracasado “es tan grave como no saber por qué has acertado”, así que cualquier resultado que obtengamos debe darnos información útil para saber qué funciona, qué no y seguir mejorando. Por eso en Naturgy han introducido la autocrítica como un proceso más dentro de la empresa. Sin embargo, “una cosa es reconocer y analizar un fallo y otra muy distinta fustigarse por haberlo cometido; eso simplemente te paraliza”, matiza. Reynés asegura que no recuerda las veces que ha fracasado “porque son muchas”. Pero siempre ha preferido quedarse con “el orgullo de haberlo intentado”, ya que “no hacer nada siempre es mucho peor que equivocarse”, opina.

En este sentido, Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid y productor de cine, añade que “cuando te comprometes plenamente con algo y crees que haciendo lo que haces va a ser un éxito, puedes mantener la ilusión incluso después de fracasar”.

6. Sobrevalorar tu empresa

Fuencisla Clemares (MBA-00), CEO de Google en España y Portugal, reconoce que cuando trabajas en una compañía tan prestigiosa, es fácil llegar a creer que “nadie en el mercado puede ofrecer nada mejor que tú”. Eso provocó que durante mucho tiempo en Google las visitas a los clientes se basaran en “simples presentaciones de producto”, sin espacio para escuchar ni para buscar la manera de adaptarse a sus necesidades.

Pero Clemares no tardó en darse cuenta de que para no perder su posición privilegiada debían cambiar de rumbo y poner al cliente en el centro de su actividad, lo que supuso “una transformación cultural y organizativa exitosa, pero mucho más lenta y compleja de lo que hoy se puede imaginar”, asegura.

Actualmente, en Google las equivocaciones se viven con naturalidad y pasan por un proceso que permite obtener conclusiones útiles para el futuro: “Cada vez que experimentamos un fracaso, explicamos qué vamos a intentar a partir de ahora para mejorar y cómo esperamos que ese cambio nos beneficie”, señala.

7. Tomar decisiones sin poder justificarlas

Jordi Llach, CEO de Nestlé Iberia, recuerda cómo la apertura de una tienda Nescafé Dolce Gusto en Lisboa estuvo a punto de convertirse en uno de los mayores errores de su carrera. Puso en marcha el establecimiento a espaldas de sus superiores porque la estrategia de la multinacional descartaba claramente la creación de locales de la marca. La tienda de Lisboa acabó fracasando económicamente y cuando sus jefes se enteraron de todo, le pidieron explicaciones.

El directivo reaccionó argumentando con todo detalle los motivos y los objetivos que había detrás de aquel movimiento fallido. Y aunque obviamente no había funcionado, sus superiores comprendieron por qué lo había intentado y mantuvieron su confianza en él.

Llach siguió creciendo en Nestlé y hoy, siempre que participa en algún seminario o conferencia, pregunta a la audiencia si creen que es posible avanzar en una empresa o en un negocio sin incumplir nunca una sola regla. Advierte, eso sí, que “aunque no se puede ser directivo sin romper un plato en tu vida, debes hacerlo con mucho cuidado y explicarlo muy bien, porque al final esos platos también son tuyos”.

8. Perseguir una idea heredada de éxito

¿Qué es para ti el éxito? Según el consultor y divulgador Borja Vilaseca, un error clásico de los directivos es asumir como propia una definición de éxito y de fracaso aprendida de su entorno, que heredan sin cuestionarse si verdaderamente encaja con sus valores. Esta conducta condena a muchos líderes a perseguir una vida y una carrera profesional que en realidad no son suyas, sino de los referentes a los que emulan, a veces de manera inconsciente.

Para salir de este laberinto, Vilaseca recomienda, por un lado, dedicar tiempo al autoconocimiento y ser sinceros con nosotros mismos en cuestiones como “a qué aspiramos, qué valor queremos aportar a la sociedad, qué entendemos por éxito o qué estamos dispuestos a hacer para alcanzar nuestras metas”. No de acuerdo con la visión tradicional de un líder triunfador y autoritario, sino con lo que sentimos.

Una vez establecidas estas bases, el segundo paso consiste en intentar aplicar estos criterios, es decir, “vivir siguiendo unos valores que realmente son importantes para nosotros”, detalla. Solo así, afirma, “podremos evaluar si estamos satisfechos o decepcionados con los resultados que vayamos cosechando”.

 

Ser un verdadero líder implica tomar decisiones complejas todos los días. Y eso lleva inevitablemente a equivocarnos más de lo que querríamos. En los programas para directivos del IESE perfeccionarás tus habilidades de liderazgo para acertar más en tus decisiones y ampliarás tu visión de la empresa para comprender mejor qué puedes aprender de cada error que se cruce en tu camino.

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