Noticias
¿Son rentables los sistemas de bicicletas compartidas?
Un nuevo estudio del IESE analiza el impacto económico y en la salud del denominado 'bike-sharing'
21 de mayo de 2019
En algunas ciudades ya no se lleva tener una bicicleta. La gente prefiere utilizar las que ofrece el sistema público de bicicletas compartidas de su ayuntamiento.
La idea surgió a mediados de los años sesenta y, aunque hubo varios intentos de materializarla, no fue hasta finales de los noventa, con la tercera generación de sistemas, cuando realmente cuajó. Desde entonces, estos sistemas se han popularizado sobre todo en Europa, pero también en Norteamérica y Asia. Suelen gestionarse directamente por los ayuntamientos o a través de colaboraciones público-privadas. Su éxito es indiscutible, ¿pero son rentables económica y socialmente?
Así es, según un informe elaborado por el profesor Joan Enric Ricart y Miquel Rodríguez Planas, del Specialist Center on PPPs in Smart and Sustainable Cities (PPP for Cities) del IESE, junto con Sergi Martínez, Albert Tapia y Valeria Bernardo.
El estudio analiza el impacto económico y en la salud de los sistemas de bicicletas compartidas de trece ciudades europeas (Londres, Berlín, Madrid, París, Hamburgo, Viena, Barcelona, Milán, Copenhague, Colonia, Turín, Bilbao y San Sebastián), así como los retos que tienen por delante.
Los beneficios para la salud son la clave
En el apartado económico, los autores señalan que por cada euro invertido existe un retorno de entre 1,37 y 1,72 euros. Han llegado a esta conclusión tras valorar los ingresos, la creación de puestos de trabajo, los efectos en los sectores locales relacionados y el aumento de la demanda de los hogares que se benefician de dicha creación de empleo.
En cuanto al impacto en la salud, han tenido en cuenta el aumento de la actividad física y la reducción del tráfico, de los que se ha descontado el riesgo de accidentes mortales y una mayor exposición a la contaminación del aire.
Si bien el impacto económico por sí solo no cubre el coste de los sistemas en todas las ciudades (el retorno oscila entre 0,79 y 1,14 euros por cada euro invertido), su combinación con los beneficios para la salud los hace plenamente rentables, tal y como muestran los resultados finales del informe.
Pese a los riesgos asociados con el aumento del uso de la bicicleta, según los autores, estos no pueden eclipsar “los beneficios para la salud obtenidos gracias a la actividad física que hacen posible los sistemas de bicicletas compartidas”. En conjunto, estos beneficios equivalen a la prevención de más de 90 muertes prematuras en las ciudades estudiadas entre 2014 y 2016, una cifra que representa el 0,12% de los fallecimientos de personas de menos de 65 años.
Dos generaciones en conflicto
Pese a todos estos datos halagüeños, lo cierto es que la viabilidad económica de los sistemas públicos de bicicletas compartidas se ve amenazada por la irrupción de un nuevo modelo, operado en gran medida por empresas privadas.
Mientras que en los sistemas de tercera generación las bicicletas se aparcan en estaciones, los de cuarta generación permiten cogerlas y dejarlas en cualquier sitio. Basta con localizar una bicicleta a través de una app y acceder al servicio, lo cual hace innecesarias las estaciones.
Estos innovadores sistemas presentan ventajas competitivas (son potencialmente más cómodos para los usuarios, ya que no se ven obligados a empezar y acabar sus trayectos en las estaciones), pero también inconvenientes (la logística de la redistribución de las bicicletas es más compleja, pueden existir problemas de fiabilidad, una mayor probabilidad de que se haga un uso privado y hay dudas acerca de la sostenibilidad financiera del propio modelo de negocio).
Aunque el nuevo modelo todavía está en ciernes, su consolidación plantea otros riesgos además de la competencia directa con los sistemas institucionalizados, como la posibilidad de que se abuse del espacio público o de un mantenimiento insuficiente de las bicicletas para evitar accidentes.
Algunas ciudades ya han establecido normativas de uso y zonas de aparcamiento específico para las bicicletas sin estaciones. Y tal vez sea necesaria una mayor regulación del sector en el futuro.
Habida cuenta de que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, los jóvenes cada vez son más reticentes a tener un coche de propiedad y la rentabilidad tanto económica como social de los sistemas de bicicletas compartidas, no hay duda de que estos han llegado para quedarse. Por ello, es inexcusable hallar la forma de armonizar los sistemas institucionalizados y los modelos de negocio innovadores, los que hay ahora y los que vengan.