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Mons. Ocáriz: “La empresa es una gran transformadora de las personas. Es un valor y un derecho que hay que promover”
El Gran Canciller de la Universidad de Navarra visita el IESE para conmemorar el 60 aniversario de la escuela
El Gran Canciller de la Universidad de Navarra, Mons. Fernando Ocáriz (centro), visitó el IESE para conmemorar el 60 aniversario.
Foto: Edu Ferrer
5 de julio de 2019
“La empresa es una comunidad de personas que sirve a otras personas dentro de una sociedad de personas. Solo después de considerar esto tienen cabida los capitales, las instalaciones, la tecnología y las realidades jurídicas”. Así lo ha recordado el Gran Canciller de la Universidad de Navarra, Mons. Fernando Ocáriz, durante su visita hoy al campus del IESE en Barcelona para participar en el congreso académico “La empresa y sus responsabilidades sociales” que conmemora los 60 años del IESE.
El congreso, dirigido por el profesor Antonio Argandoña, pretende reflexionar sobre la razón de ser de los directivos y las empresas en un momento de grandes cambios sociales, económicos y tecnológicos. Y cuál debe ser el papel de las escuelas de dirección de empresas.
Para ello, la conferencia cuenta también con la participación de representantes de las 16 escuelas asociadas del IESE, y con ponencias de profesores de otras universidades como Robert G. Kennedy (University of St. Thomas), Martin Rhonheimer (Universidad Pontificia de la Santa Cruz), João Luis César das Neves (Universidad Católica de Lisboa), Enase Okonedo (Lagos Business School) y Juan Manuel Elegido (Pan-Atlantic University).
La empresa, una realidad positiva
En su discurso, Mons. Ocáriz ha reflexionado sobre qué entendemos hoy por empresa, vinculando a estas organizaciones no solo con los resultados económicos, sino los pilares fundamentales de nuestra sociedad.
Hoy en día las empresas no tienen buena reputación y los medios de comunicación nos recuerdan cada día “la excesiva preocupación por los resultados económicos, los trabajos poco humanos, los horarios incompatibles con las necesidades de las familias…”. Para el Gran Canciller, “hay, desde luego, razones para esa visión pesimista, pero esta no es la última palabra”.
“Si la empresa es una comunidad de personas, no es válido juzgarla solo por una parte de sus resultados. Las personas han de ser protagonistas y destinatarios de las acciones que tienen lugar en las organizaciones. Es legítimo tratar de conseguir un rendimiento satisfactorio para el capital, pero evitando siempre la tentación de buscar el dinero, el poder y el éxito personal por encima de todo”, ha añadido.
El sentido del trabajo
Meditando la importancia del trabajo para el desarrollo humano, Mons. Ocáriz ha asegurado que más importante que los resultados es el cambio que experimenta cada uno en sí mismo: “La empresa es, sin duda, una gran transformadora de las personas y una expresión de su libertad, que es un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar. Es una expresión de la sociabilidad de la persona que necesita la relación con otras para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, para dar sentido a su trabajo, para prestar un servicio a los demás, para conocerse a sí misma y alcanzar su plenitud”.
“En nuestro puesto de trabajo — ha continuado — se produce cada día un continuo trasvase de prestaciones. Recibimos mucho, no solo un salario, sino también conocimientos, capacidades, relaciones o amistades. Y, al mismo tiempo, damos mucho: tiempo, esfuerzo, atención, ilusión, conocimientos, experiencias… Damos todo eso a la empresa, a nuestras familias y a la sociedad en general y recibimos de todos ellos. De modo que hasta los más egoístas, que quizás concibieron su trabajo exclusivamente como un medio para satisfacer sus intereses personales, acaban sirviendo”.
El papel de los directivos es fundamental para hacer posible esta visión humanista de la empresa y del trabajo. “¿Cuál es la principal tarea del directivo? Convocar, formar, orientar, exigir, animar, cuidar y, en ocasiones, sanar al equipo humano que llevará adelante las actividades de la empresa”, ha dicho el Gran Canciller.
En esta línea, ha recordado también las palabras de San Josemaría, fundador de la Universidad Navarra que en su visita al IESE en 1972, decía que “la primera virtud que ha de practicar el empresario es la caridad, porque con la justicia no basta”.
60 años dejando huella en las personas
Mons. Ocáriz ha destacado que desde sus orígenes, el IESE ha concebido a la empresa “no solo como un capital que trata de generar un rendimiento, ni como unas instalaciones que dan trabajo a unas personas, ni siquiera como un proyecto que presta servicios a los consumidores y los trabajadores, sino sobre todo como una comunidad de personas”.
“Desde aquel primer programa de formación de directivos que comenzó en noviembre de 1958, el IESE ha experimentado notables cambios que se han traducido en resultados de mejora profesional y personal para los miles de mujeres y hombres que se han beneficiado de la huella que el IESE ha dejado en la sociedad”, ha comentado.
La conferencia del Gran Canciller ha concluido con una mirada al futuro: “Queda mucho por hacer: nuevas generaciones llegan cada día a vuestras aulas, vuestros programas se multiplican, cada vez abarcáis más países, vuestros trabajos de investigación reciben merecidos elogios… Pero lo que distingue al IESE es esa referencia constante a los valores éticos y morales. Sed siempre fieles a ella”.