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“Deberíamos aprovechar los vientos de cola favorables para reforzar la economía”
Jaime Caruana, director general del Banco Internacinal de Pagos, sobre la salida de la crisis financiera
4 de julio de 2017
El próximo mes de agosto se cumplirán diez años desde que se empezaron a vislumbrar los primeros síntomas evidentes de la última crisis financiera. Un momento oportuno para hacer balance de cómo se gestó y cómo se gestionó la mayor crisis financiera mundial desde la Gran Depresión de los años 30.
Y qué mejor forma de hacerlo que con un testimonio de excepción como el de Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España (2000-2006), consejero y director del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional (2006-2008), y actualmente director general del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés).
El BIS fue “la única institución multilateral que ya advirtió antes de la crisis de que el nivel de deuda privada era insostenible”, tal como recordó el profesor del IESE Jordi Canals, durante la sesión de Alumni “Un balance de la gestión de la crisis financiera internacional: lecciones, riesgos y oportunidades”, celebrada recientemente en el campus de Barcelona.
Lecciones aprendidas
Se suele decir que detrás de cada crisis hay un “falso modelo”. Una creencia que normalmente es generalmente aceptada, que no cuestionamos, pero que probablemente haya quedado trasnochada o no refleje la realidad. En esta crisis financiera, Jaime Caruana señaló que habría que pensar más bien en la confluencia de varias falsas creencias.
En primer lugar, y a nivel microeconómico, se produjo lo que se conoce como la “falacia de composición”, que consiste en pensar que si cada banco gestiona sus riesgos individualmente de una forma adecuada, el riesgo del sistema está controlado. Es decir, que si cada banco es seguro, el sistema también lo es.
Sin embargo, “hemos aprendido que es más bien al contrario: si el sistema no es seguro, no hay ningún banco seguro. Hay que mirar el riesgo del sistema, explicó Caruana. “Esa fue una de las grandes lecciones”.
En segundo lugar, y ahora a escala macroeconómica, “existía el convencimiento de que si tienes una baja inflación y, además, tienes unos mercados relativamente eficientes, normalmente tienes también estabilidad financiera”. Pero también esto resultó ser falso porque, tal como ya advirtieron algunos (pocos) – recordando las tesis de Hyman Minsky, por ejemplo-, la estabilidad económica suele conducir a una asunción excesiva de riesgos, como efectivamente sucedió.
En tercer lugar, y a un nivel más técnico, Caruana explicó que, en el análisis de cuáles eran las dificultades, “se prestaba más atención a los flujos netos, a las cuentas corrientes de los países. Pero era en los stocks, en los balances, donde se acumulan los riesgos”. Otra lección aprendida.
Finalmente -y esto sí se ha producido en todas las crisis financieras anteriores-, hubo un rápido crecimiento delcrédito y un apalancamiento excesivo. Lo novedoso, apuntó Caruana, fue que se produjo en un entorno de gran complejidad de la economía financiera mundial, con mecanismos mucho más sofisticados “pero también más opacos”, que hicieron más difícil la previsión, supervisión y gestión de los riesgos.
Gestión de la crisis
Tras su relato de los hechos acontecidos entre agosto de 2007, cuando se produjeron las primeras señales de alarma en el mercado hipotecario de los EE. UU., y julio de 2012, momento en que Mario Draghi pronunció la famosa frase “whatever it takes” para dejar claro que el BCE haría todo lo necesario para sostener el euro, Jaime Caruana se adentró en el análisis de las medidas tomadas para la salida de la crisis.
“La primera es obvia, había que inyectar liquidez en el sistema2. Tanta como sea necesario. Y eso fue lo que hicieron los bancos centrales. “Si los bancos centrales no hubiesen hecho lo que hicieron, probablemente la crisis hubiera tenido unas consecuencias todavía mucho más impresionantes. Los mercados estaban realmente ‘gripados’, no funcionaban. No había liquidez”.
Además, se adoptaron otras medidas de choque, como la compra de activos, y se optó por una política monetaria expansiva. Medidas que se completaron con la gran reforma regulatoria del sistema financiero -exigencia de más cantidad y calidad del capital de los bancos (Basilea III), “resolución” de entidades, reformas en los mercados de derivados y control de la “banca en la sombra”- y con la introducción del concepto “macroprudencial”, para evitar los contagios y los riesgos sistémicos.
Cuatro riesgos potenciales a tener en cuenta
El balance no estaría completo sin la respuesta a dos preguntas clave: ¿dónde estamos ahora? Y, sobre todo, ¿estamos más seguros? “La respuesta es sí, pero con una cierta prudencia. Se ha mejorado en muchos aspectos, pero lo cierto es que los riesgos sistémicos también han evolucionado“, afirmó Caruana.
En positivo, el directivo destacó la mejora de la banca y de su capitalización y la existencia de unos “vientos de cola favorables” -con una mejora notable de la economía- “que habría que aprovechar para completar el ajuste”. Al fin y al cabo, “la economía global no se ha normalizado ni en tipos de interés -todavía excepcionalmente bajos-, ni en patrones de crecimiento. Y, aunque es difícil de preveer, lo normal es considerar que habrá baches“.
En negativo, el director general del BIS alertó sobre los elevados niveles de déficit público: “El problema de los déficits públicos es que traen niveles de deuda importantes que actúan como vientos de frente y pueden paralizar el crecimiento“.
Y advirtió también sobre la existencia de cuatroriesgos potenciales a los que hay que prestar especial atención:
- Repunte excesivo de la inflación.
- Maduración de ciclos financieros alcistas, especialmente en economías emergentes como las de Brasil y China.
- Crecimiento basado únicamente en el consumo, y no en la inversión.
- Amenaza del proteccionismo.
La receta del BIS para contrarrestar estas amenazas latentes pasa por aprovechar los vientos de cola favorables para reforzar la resistencia y la resiliencia de la economía mediante reformas estructurales -más allá de la política monetaria- que impulsen la productividad.