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La crisis del COVID-19 puede acelerar las tendencias que ya experimentaba el sector bancario
Un nuevo informe del IESE analiza el impacto de la pandemia en la digitalización y la regulación
La crisis actual pondrá sin duda a prueba la resiliencia del sistema financiero.
foto: istock
22 de junio de 2020
La crisis sanitaria del COVID-19 pondrá a prueba los límites de la intervención del Banco Central Europeo y las posibilidades de la todavía incompleta unión bancaria en la zona euro. Estos son dos de los principales hallazgos del segundo informe de la serie “The Future of Banking” –una iniciativa conjunta del IESE y Citi–, elaborado en esta segunda ocasión por el IESE y CEPR. El estudio examina los desafíos crecientes y sin precedentes que afronta el sector y las respuestas competitivas de los principales actores, tanto los nuevos como los más veteranos.
El informe señala que, aunque los bancos han tenido un desempeño sólido justo después del inicio de la pandemia –principalmente gracias a las revisiones y al aumento de la liquidez derivada de la crisis financiera de 2008–, se enfrentan ahora a una posible caída fruto de una inminente quiebra en muchos hogares y en grandes empresas.
Los bancos también deben seguir gestionando importantes amenazas previas a la pandemia, como las bajas tasas de interés, los cambios regulatorios, y la creciente competencia de la banca en la sombra y de empresas digitales emergentes que ya desafiaban los modelos tradicionales mucho antes de la situación actual.
Un futuro digital alterado
Una conclusión fundamental del informe es que la crisis sanitaria acelerará el avance de las tendencias anteriores, a medida que la digitalización se desarrolla a mayor velocidad, los intereses se mantienen bajos y el crecimiento se estanca. El documento también analiza las cuestiones normativas asociadas al entorno digital y sugiere políticas para su reforma en el futuro.
Estos son sus principales hallazgos:
- A corto plazo, los bancos pueden experimentar una revitalización de los préstamos de relaciones, mientras canalizan fondos a los clientes durante la crisis y disfrutan de la protección de la red de seguridad y del acceso al financiamiento de depósitos.
- Aunque las entidades pueden disfrutar un alivio temporal de las regulaciones y las supervisiones, la digitalización vivirá un gran impulso con la consecuente aparición de nuevos competidores.
- La digitalización reducirá las barreras de entrada y salida del mercado financiero, pero su impacto a largo plazo dependerá de la estructura de mercado que prevalezca. El resultado puede ser que unas pocas plataformas dominantes –que incluyan tanto a actores tradicionales adaptados, como a compañías BigTech– controlen el acceso a una base de clientes fragmentada.
- Los bancos medianos se verán más afectados, puesto que no podrán gestionar la eficiencia de costes ni la inversión tecnológica que son cruciales en este nuevo contexto. La consolidación podría ser una vía de escape para los bancos en peor situación, pero en el mundo posterior al COVID-19 puede haber más restricciones políticas a las fusiones transfronterizas, a medida que los países intentan proteger más sus sistemas bancarios nacionales.
- Los reguladores deben adaptarse a la disrupción digital, equilibrando su doble función de facilitar la competencia y permitir los beneficios de la innovación, al tiempo que protegen la estabilidad financiera. Esto significa que deben coordinar una regulación prudencial y una política de la competencia con políticas de datos, navegando entre compensaciones complejas.
Finalmente, la crisis actual pondrá sin duda a prueba la resiliencia del sistema financiero y de las reformas regulatorias implementadas después de la crisis financiera global de 2008, que ya fueron analizadas en el primer informe de la Banking Initiative del IESE.
El informe ha sido elaborado por el profesor del IESE Xavier Vives, junto con Elena Carletti, profesora de Finanzas de la Universidad Bocconi, Stijn Claessens, jefe de Política de Estabilidad Financiera del Bank for International Settlements, y Antonio Fatás, profesor de Economía de INSEAD.