IESE Insight
Colaboración, formación e I+D, claves en la reindustrialización
Una reindustrialización competitiva pasa en España por el impulso al desarrollo de clústeres, una mayor implicación de las empresas en la formación y la mejora en la eficiencia de la I+D.
Ante el retroceso de la industria española, cuyo peso en el PIB se redujo un 4,5% en los últimos diez años, es necesario que las compañías asuman su papel en el proceso de reindustrialización, impulsando los clústeres, participando en la mejora de la formación y afrontando las inversiones en I+D de manera colaborativa.
Solo así se podrá alcanzar el objetivo que la Unión Europea ha establecido para 2020: que el peso del sector industrial alcance el 20% del PIB.
Así lo indica el informe "Propuestas para la reindustrialización en España", elaborado por Deloitte con la colaboración de Beatriz Muñoz-Seca y María Luisa Blázquez, del IESE. El documento, que cuenta con el apoyo de la Asociación para el Progreso de la Dirección, también destaca la importancia de la competitividad para que la reindustrialización se traduzca en generación de riqueza.
El poco peso del sector industrial en España (un 22% menos que en los países más competitivos del mundo) hace que pase del puesto 19 en el ranking de competitividad industrial al 35 en el ranking de competitividad global.
A grandes males, grandes remedios
El documento aporta una serie de medidas para afrontar los cinco grandes retos que plantea el proceso de reindustrialización. Los dos primeros tienen que ver con los sectores y las partes de la cadena de valor por los que se debe apostar, mientras que los otros tres se refieren a los grandes lastres de la competitividad de las empresas españolas: el reducido tamaño de las compañías, la limitada productividad y la insuficiente e ineficiente inversión en I+D.
1. Escoger los sectores en los que competir. Convendría dar prioridad a los sectores industriales estratégicos que generen un efecto arrastre en la economía (automoción, alimentación, química, electrónica, maquinaria...) y aquellos en los que España tiene peso específico y generan un alto valor añadido (cuero, artes gráficas...). Además, el informe señala que las empresas españolas no pueden dar la espalda a tendencias globales como el aumento y envejecimiento de la población, la obesidad, la economía digital o la economía colaborativa.
2. Seleccionar las partes de la cadena de valor en las que focalizarse. Ante el extendido fenómeno de la deslocalización a países de bajo coste, hay que tener en cuenta que se puede reindustrializar relocalizando únicamente las fases de preproducción y posproducción, que generan un alto valor añadido, y manteniendo la actividad productiva en otro país. El documento advierte que, gracias a nuevas tecnologías de producción como la impresión 3D, una tendencia de futuro es exportar diseños, no productos.
3. Impulsar los clústeres para compensar el tamaño de las pymes. Frente a los 17 empleados de media que tienen las empresas industriales europeas, en España la media es de diez empleados, y el 80% de las compañías ni siquiera llega a esa cifra. Esta falta de tamaño se traduce en unas menores economías de escala en las inversiones y una menor productividad del capital, e introduce otras limitaciones, como más dificultad es para acceder al crédito, a nuevas tecnologías, a otros mercados y a personal cualificado.
Una alternativa para ganar escala es el desarrollo de clústeres. Buenos ejemplos de este enfoque colaborativo, que tiene un demostrado efecto sobre la competitividad, son el clúster de automoción del País Vasco, el de maquinaria agrícola de Lérida o el de fotónica de Terrassa. Aun así, España ocupa el puesto 42 en el ranking mundial de desarrollo de clústeres.
4. Impulsar la formación profesional dual para adecuar la formación a las necesidades laborales. A pesar del elevado desempleo, en muchas ocasiones cuesta dar con el perfil necesario para cubrir una plaza vacante. La causa es la falta de adecuación entre los conocimientos y habilidades de los trabajadores que se incorporan al mercado laboral y los requisitos del puesto. Esto hace necesaria la formación a posteriori en la empresa y reduce la productividad de las nuevas incorporaciones. Para evitar este desajuste, se deberían aumentar los programas de formación profesional dual, que implican una mayor colaboración entre los centros educativos y las empresas.
5. Aumentar la eficiencia del gasto en I+D. España ocupa el puesto 28º en el ranking de patentes por millón de habitantes, el 52º en inversión privada en I+D y el 60º en capacidad de innovación. Para optimizar las inversiones, podrían tomarse las siguientes medidas:
- Centrarse en el desarrollo en lugar de la investigación, es decir, invertir en aplicaciones específicas para temas concretos y no tanto en investigaciones básicas.
- Focalizar la inversión en las necesidades específicas de las pymes, que tienen más dificultades para acceder a la I+D.
- Implicar a las empresas en la financiación de los proyectos de I+D para asegurar que responden a sus necesidades reales.
- Fomentar estructuras colaborativas como los centros tecnológicos y modelos de innovación abierta para permitir el acceso al I+D de las empresas con menos recursos.
No hay que olvidar que el gasto en I+D en España equivale al 1,3% del PIB y solo el 53% está financiado por las empresas. Estos datos contrastan notablemente con las cifras de países como Alemania, donde la inversión en I+D representa el 3% del PIB y el porcentaje financiado por la empresa es del 78%.