IESE Insight
El futuro de la UE recae en la productividad
El ‘informe Draghi’ advierte de que Europa enfrenta un reto existencial. Para preservar su modelo, debe ser más productiva.
Por Núria Mas
El informe Draghi sobre la competitividad europea, publicado en septiembre de 2024, ha sido todo un acicate para reflexionar sobre los desafíos que afrontan los Veintisiete. Aunque la Unión Europea sigue estando razonablemente bien posicionada a escala mundial –con un PIB ligeramente inferior al de Estados Unidos y ligeramente superior al de China–, diversos factores amenazan con dejarla sin margen para garantizar su seguridad económica y forma de vivir en lo que queda de siglo. A la vista de los problemas con el suministro energético, los estresores demográficos, la geopolítica o el rompecabezas de cómo aumentar la productividad, está claro que la Unión necesita un plan sólido.
No deberíamos sobrestimar los problemas de la economía global, pues está creciendo. La desaceleración tiene lugar en gran medida en China, cuyo crecimiento no alcanzará el 5% este año y, con una tasa de desempleo juvenil del 20%, necesita llegar al 6% para dar empleo a sus nuevos graduados universitarios. Tampoco deberíamos subestimar los problemas, ya que Europa se está estancando debido a la pérdida de población, la baja productividad y las dificultades económicas de Alemania.
Y, lo que es más preocupante, en 2023 la brecha entre Estados Unidos y la UE aumentó un 12%, porcentaje atribuible en un 72% a la productividad. Estas son algunas de las cuestiones que el informe Draghi aborda y propone para su debate.
Europa y el envejecimiento de la población
La edad media en España y Alemania supera los 46 años, mientras que en Estados Unidos es de 38,5 y en los países africanos, mucho más jóvenes, de 19 en Nigeria o 16 en Angola. Esta situación no hará sino agravarse en la próxima década, cuando los africanos seguirán siendo mayoritariamente jóvenes y los europeos habremos envejecido aún más.
En lugar de obviar el problema de la productividad y endosárselo a la siguiente generación, debemos asumir de una vez que es ahora cuando tenemos al mayor número de personas trabajando. Y, por lo mismo, es ahora cuando debemos aumentar nuestra productividad.
Cañones o mantequilla
La cuestión es cómo mejorar la productividad sin menoscabo del Estado de bienestar que hace que tantos quieran vivir y trabajar en Europa. Es más, habría que preguntarse cómo lograrlo ahora que entramos en una nueva era geopolítica, militarizada y posiblemente multipolar.
El gasto militar, de nuevo una prioridad con la guerra en Ucrania, se disparó un 9% en todo el mundo en 2023. Es cierto que Estados Unidos copa la mayor parte del gasto –un 40%, seguido de China, con un 10%–, pero también que la inversión en defensa suele dirigirse hacia empresas estadounidenses, y ello en un momento en que la UE también necesita aumentar su competitividad interna.
Por otro lado, ¿cómo se va a financiar el incremento del gasto militar? Se trata del clásico dilema de “cañones o mantequilla”, con el probable resultado de que el dinero salga de los fondos destinados a la transformación digital y la transición verde, otros dos proyectos fundamentales para la UE.
Si queremos evitar este callejón sin salida, tenemos que afrontar la realidad: no queda otra que aumentar urgentemente la productividad. Para ello, el informe Draghi señala tres objetivos prioritarios.
1. Cerrar la brecha de la innovación
La fortaleza de la UE –está densamente poblada y es fruto de la cooperación entre veintisiete países– también puede ser su debilidad. Así ocurriría si el dinero y la innovación acabaran en determinadas regiones y no allí donde son más necesarios. Por eso, la Unión debe financiar los proyectos que tengan más potencial. Es decir, hay que evitar que los inversores se decanten por los proyectos de su propio país, así como otras discrepancias habituales.
Además, es imperativo que la UE analice en qué sectores clave tiene más posibilidades de distinguirse –por ejemplo, la salud– y canalizar recursos hacia su crecimiento. En suma, a la hora de identificar los proyectos más relevantes, debemos centrarnos en lo específico, manteniendo una visión paneuropea en todo lo demás.
2. Diseñar un plan común de descarbonización y competitividad
Combatir la espiral de los precios energéticos causada por la guerra en Ucrania es otra prioridad. La dependencia exterior de combustibles fósiles y materias primas nos hace vulnerables a los riesgos geopolíticos y las disrupciones de la cadena de suministro, lo que afecta a nuestra seguridad energética e industrial.
Con más motivos que nunca, debemos acelerar el proceso de descarbonización y transición a las energías limpias. Hay que invertir en infraestructuras energéticas, como redes con las que no perdamos tanta electricidad renovable y que nos permitan incluso venderla.
3. Aumentar la seguridad
La seguridad no se limita a las guerras que se libran a nuestras puertas. La UE también precisa un acceso seguro a las materias primas críticas, indispensables para la transformación digital y la transición verde. En este contexto, la seguridad significa no depender de una única fuente, como ocurre ahora con las tierras raras (China nos suministra el 100%), el boro (Turquía, 99%) o el platino (Sudáfrica, 71%). Los riesgos son evidentes. Esa es la finalidad de la Ley de Materias Primas Fundamentales, que establece un tope del 65% por material y país de procedencia.
En cuanto a la industria de la defensa, el informe Draghi apuesta por reducir la fragmentación, aprovechar nuestro tamaño para negociar mejores precios y priorizar la compra a proveedores europeos.
Un coste asumible
Ni que decir tiene, todos estos planes se han de financiar. El informe Draghi calcula una inversión adicional de entre 750.000 y 800.000 millones de euros anuales, el 4,4% del PIB de la UE. ¿Nos lo podemos permitir?
Sí, pero tenemos que avanzar en la unión de los mercados de capitales y aumentar nuestra productividad. Y, en el caso de la financiación de proyectos fundamentales como la investigación pionera, las redes energéticas y la defensa, recurrir a la emisión de deuda común.