IESE Insight
De Keynes a la democracia electrónica, los 'tsunamis' ideológicos arrasan con todo
¿Cómo abraza el mercado una ideología y abandona otra? ¿Cuáles son los efectos políticos, sociales y económicos de las olas ideológicas del siglo XX? El profesor del IESE José Ramón Pin no sólo se plantea estas preguntas, sino que propone su visión de las ideologías que podrían marcar nuestro futuro más próximo.
Desde el Keynesianismo de los años 30, las ideologías han marcado la evolución de la economía en las sociedades occidentales, adaptando las políticas a la tendencia dominante en cada momento.
Cada una de estas olas empieza por un reducto intelectual o académico, que va tejiendo la forma de un nuevo planteamiento. En un momento concreto, todo este material sale a la superficie con gran fuerza, normalmente a través de un importante soporte de divulgación, como un best seller. A partir de aquí, aparecen multitud de seguidores del nuevo movimiento que, en forma de ola, arrasará con todo lo establecido previamente.
Así lo explica el profesor del IESE José Ramón Pin en el estudio "Las olas de la ideología (en la democracia occidental)", donde analiza las tres olas ideológicas más importantes del siglo XX (la keynesiana, la neoliberal y la Tercera Vía) y plantea qué nuevos caminos se vislumbran en el futuro.
La ola keynesiana
Los ciudadanos deben consumir para que la economía crezca, pero en momentos de escasez es el Estado quien tiene la posibilidad de sustituirlos e impulsar así el funcionamiento del sistema. Esta es la base de las teorías de John Maynard Keynes, plasmadas en 1936 en "Teoría general del empleo, el interés y el dinero". Además de economistas, fueron filósofos, sociólogos e ideólogos políticos quienes a través de las ideas socialdemócratas alentaron el éxito del Keynesianismo. La acción del Estado es vista como un elemento más de la demanda agregada y no como un peligro, por lo que el bloque occidental aceptó fácilmente el movimiento.
La erupción del volcán del Keynesianismo se produjo después de la depresión de 1929 y la ola arrasó definitivamente después de la Segunda Guerra Mundial. El New Deal, implantado en EE.UU. por los presidentes Hoover y Roosevelt, tenía muchos puntos en común con la teoría de Keynes, cuya idea principal era que la economía se basaba en la existencia de la demanda. Tras EE.UU., la adoptaron la mayoría de los países europeos devastados por la guerra, que volvieron a las vías del desarrollo a través del Plan Marshall.
Pero como toda ideología, el Keynesianismo empezó a mostrar signos de debilidad al encontrar problemas. En los años 70, la estanflación puso en duda la eficacia del sistema. Algunos gobiernos empezaron a reducir el tamaño del sector público en favor del privado, al tiempo que en el mundo académico se diseñaban los cimientos de una nueva ola.
El Neoliberalismo monetarista
El rechazo a las regulaciones por parte del Estado en favor del liberalismo económico es la base de este nuevo movimiento, que nació como respuesta lógica a las primeras muestras de flaqueza del Keynesianismo. El reconocimiento académico de las teorías neoliberales se produjo cuando el profesor de la Universidad de Chicago, Milton Friedman, recibió el premio Nobel de Economía en 1976.
Esta postura se plasmó en la llamada "Revolución Conservadora" y coincidió con dos hechos históricos clave para su establecimiento: la subida al poder de Ronald Reagan y Margaret Tatcher, en EE.UU. y el Reino Unido respectivamente.
Aunque el neoliberalismo permaneció imbatible durante casi dos décadas con unos resultados macroeconómicos brillantes, acabó mostrando debilidades. Las diferencias sociales eran cada vez más grandes en los países desarrollados y, a escala internacional, el abismo entre ricos y pobres empezaba a ser escandaloso. A finales del siglo XX, un 30% de la población del planeta vivía bajo el umbral de la pobreza y los países en vías de desarrollo sólo disponían de un 15% de la renta mundial.
Estos datos, sumados a un desmesurado coste ecológico, empezaron a afectar a la sensibilidad de las clases educadas de los países desarrollados. Y se generó un nuevo epicentro a punto de estallar.
La Tercera vía
En 1998 Anthony Giddens publica el trabajo "The Third Way". Su obra se preocupa de cómo superar el vacío de justicia y la falta de igualdad en las sociedades occidentales; y propone un cambio en los derechos y las libertades de los ciudadanos. Se trata, por tanto, de un movimiento más de carácter social y político que económico, de modo que fue rápidamente asumido incluso por gobiernos conservadores.
En la práctica, la Tercera vía se plasma en el Pensamiento Políticamente Correcto (PPC) y afecta prácticamente a todos los ciudadanos. Aunque muchos grupos no estén de acuerdo con los cambios de carácter social, los individuos actúan en base al PPC para no ser socialmente desacreditados.
Así se ha llegado a la actualidad, momento en que el neoliberalismo ha mostrado su debilidad económica con la aparición de la crisis financiera internacional. Esta situación vaticina un inminente retorno a posturas keynesianas, con la aparición del Estado como elemento salvador.
La historia no ha terminado
Según el profesor José Ramón Pin, de cara al futuro hay que permanecer alerta para descubrir nuevos epicentros ideológicos y ayudar a su construcción. El autor propone tres alternativas posibles:
- Los epicentros emergentes de la política internacional: Convergen la teoría del "Choque de civilizaciones" (Samuel Phillips Huntington) y la del "Mundo plano" (Thomas Loren Friedman). La primera aboga por la separación de culturas y el aislamiento, mientras que la segunda defiende la alianza entre pueblos y la globalización cultural.
- La Democracia electrónica: Apela directamente a los ciudadanos para tomar decisiones políticas a través de medios de comunicación electrónicos. Algunos modelos son la Teledemocracia o la Ciberdemocracia.
- Los tres sectores: En la globalización se produce una parcelación progresiva de las economías nacionales. Esto provoca que se deje de competir a escala nacional o entre naciones, para dar paso a comunidades económicas competidoras compuestas por los sectores empresarial, público y sin ánimo de lucro.