IESE Insight
Decálogo de un ecosistema de innovación eficiente
En España existe una buena base para la innovación, pero falla un aspecto esencial: convertir la investigación en productos y servicios rentables.
En España han proliferado las infraestructuras dedicadas a la innovación. Casi todas las comunidades autónomas han intentado crear su propio Silicon Valley. La realidad, sin embargo, es que buena parte de estas infraestructuras no son eficientes ni rentables. Falla algo fundamental. La investigación de base no llega al mercado, no se convierte en productos o servicios que se puedan comercializar. En gran medida, el origen del problema es la falta de comprensión de lo que es un buen ecosistema de innovación y cómo desarrollarlo.
El informe 2033: compitiendo en innovación, impulsado por la profesora Mª Julia Prats y Josemaria Siota, del Centro de Iniciativa Emprendedora e Innovación de IESE, junto con PricewaterhouseCoopers, constata que en España todavía existen demasiados cuellos de botella a nivel institucional, humano, empresarial y de mercado.
Todo ello lastra la eficacia del sistema de innovación y pone en jaque la competitividad de España en el horizonte de las próximas dos décadas. Si el futuro de los territorios es competir en innovación, urge pensar en medidas eficaces para corregir este problema. "Aunque hacemos algunas cosas bien, tenemos un ecosistema de innovación incompleto y con una peligrosa tendencia al deterioro", advierten los autores.
Las principales debilidades son la falta de una visión sistémica de la innovación, la dispersión geográfica de sus agentes, la falta de coordinación y de sinergias, las duplicidades y el escaso aprovechamiento de recursos.
Diez consejos de mejora
El informe examina los mejores ecosistemas de innovación en el mundo, que partieron de distintas fortalezas hasta acabar contando con todos los pilares necesarios para crear un círculo virtuoso. Además, plantea diez recomendaciones para mejorar la situación en España que tienen en cuenta las grandes tendencias económicas y sociales, como el estancamiento de los fondos públicos destinados a innovación, el envejecimiento de la población o los cambios en las conductas de consumo:
- Retocar el papel del Estado en el sistema de innovación. Hay que redefinir mejor qué hacer, con quién, cómo y cuánto aportar, y sobre todo plantearse si la política de subvenciones es la más adecuada.
- Centrarse en aspectos prioritarios. Es necesario dar un salto cualitativo en la educación, ya que solo se logra sostener el ciclo de innovación con personas preparadas, y focalizarse en tres o cuatro retos, con un plan a largo plazo para cada uno de ellos. Además, convendría identificar desalineaciones en el sistema de mercado.
- Establecer un marco legal y jurídico flexible, equiparable al de otros países europeos. Esto implica facilitar la contratación de profesionales extranjeros, simplificar el sistema de patentes, mejorar el contexto fiscal para los inversores y reducir la burocracia.
- Aprovechar y rentabilizar las infraestructuras de investigación. España dispone de una importante red de centros de innovación, pero no está siendo bien aprovechada y no es rentable. Es necesario implementar nuevas formas de medir resultados con consecuencias reales para la continuidad de un proyecto, la remuneración por objetivos y la especialización por centros, además de lograr sinergias y mayor coordinación entre universidades, centros y departamentos para evitar duplicidades.
- Sacar partido al capital local disponible y atraer capital extranjero tradicional. Esto requiere incentivos para que el capital local invierta en tecnología, nuevos modelos de negocio, nuevas fórmulas de financiación, etc.
- Mejorar los mecanismos de transferencia para crear demanda o ajustarse a ella, dado que el problema no es la creación de buena ciencia. Los programas de las administraciones públicas para adquirir productos tecnológicamente avanzados (compra innovadora) no funcionan adecuadamente, ya que la selección no siempre sigue criterios de mercado. Las administraciones tendrían que actuar como catalizadoras para acelerar la llegada de investigación al mercado con mecanismos más ágiles.
- Adecuar la formación universitaria a las necesidades reales de las empresas. Es necesario adoptar modelos educativos duales y orientados al emprendimiento, en que se desarrollen tanto el conocimiento como los perfiles personales necesarios para emprender, además de fomentar la formación continua como instrumento competitivo. Se trata de fomentar perfiles mucho más completos que los que genera el sistema universitario actual.
- Reducir el número de clústeres y especializarlos. En los últimos años se ha dado un importante salto cuantitativo con el incremento de clústeres. Pero es necesario un cambio cualitativo: deben ser pocos, intensivos en conocimiento, especializados en sectores innovadores y capaces de retroalimentarse.
- Mejorar la gestión de la innovación en la empresa. La mayor parte del tejido empresarial español son pymes que tienen poco margen de inversión en I+D y carecen de estructura, por lo que conviene crear mercados de I+D y profesionalizar la cadena I+D+i. Además, hay que comprender el proceso de creación y lanzamiento de nuevas oportunidades, y para ello es necesaria una formación a todos los niveles de la empresa. Una tercera consideración es que la innovación se da en toda la cadena de valor, lo cual obliga a explorar qué se puede aprender de otras industrias y a colaborar con proveedores y clientes. Por último, hay que encontrar fórmulas que faciliten una mayor colaboración entre empresas grandes y pequeñas en proyectos de gran potencial y tener en cuenta que hacen falta servicios y profesionales que sepan cómo gestionar mejor este proceso.
- Capitalizar el envejecimiento con emprendimiento. Convendría implicar a profesionales con más experiencia y edad en el proceso emprendedor. En Silicon Valley, el mayor crecimiento de la actividad emprendedora se está dando en el colectivo de entre 55 y 64 años.
Para situarse en la primera división mundial del desarrollo, es necesario tener un territorio competitivo que atraiga el mejor talento. Y el motor de esa competitividad tiene que ser la innovación.