IESE Insight
'Impact investing': cómo obtener beneficios financiando empresas sociales
Invertir en proyectos con un impacto social o medioambiental positivo sin descuidar la rentabilidad. Esa es la apuesta del impact investing, un concepto de inversión que ya se ha hecho un hueco entre grandes gestoras de fondos, como BlackRock o JP Morgan.
A medio camino entre la inversión tradicional, que solo tiene en cuenta el rendimiento financiero, y la filantropía, que pretende conseguir un impacto social o medioambiental positivo sin esperar ningún otro tipo de retorno, se abre camino un nuevo concepto de inversión. Se trata de las inversiones de impacto o impact investing.
El profesor del IESE Joan Fontrodona, David Levy, Pablo Sanz y Miguel Casas analizan este fenómeno en auge en La apuesta del impact investing. Invertir contribuyendo a la mejora de la sociedad, un informe editado por el Center for Business in Society del IESE en colaboración con DiverInvest.
El espacio del impact investing
Según los autores del informe, la inversión de impacto está encontrando su espacio entre la inversión socialmente responsable y la filantropía, aunque diferenciándose de las dos.
Al igual que la inversión tradicional y la inversión socialmente responsable, el impact investing aspira a ser rentable (puede alcanzar incluso los niveles competitivos de los mercados tradicionales). Pero, mientras la inversión socialmente responsable se centra en minimizar su impacto negativo al excluir ciertas empresas que no cumplen sus criterios, el impact investing aspira a generar un impacto positivo en la sociedad de forma activa.
Este enfoque, según se argumenta en el informe, hace que el impact investing se caracterice por una gestión más eficiente de los recursos de la organización y de sus actividades, por un mayor compromiso de los grupos de interés y por un menor riesgo del que tienen las inversiones tradicionales e incluso las consideradas socialmente responsables en materia social y medioambiental.
Ventajas para la cartera del inversor
Desde el punto de vista estrictamente financiero, existen diversas razones objetivas para incluir este tipo de activos en una cartera de inversión.
Aunque los productos de deuda tienen unos retornos esperados inferiores a los del mercado, tres características los dotan de un alto valor financiero: el bajo ratio de impago y quiebra de las empresas sociales y de las comunidades receptoras de crédito; la baja volatilidad de los precios de estos activos financieros; y la baja correlación que existe entre estos precios y los de los activos del mercado tradicional, por lo que pueden actuar como una garantía ante las oscilaciones y como un valor refugio para el inversor.
En el caso particular de inversiones en fondos de deuda, destaca también la alta liquidez que pueden ofrecer estos productos.
En cuanto a los productos de capital de inversión (por ejemplo, en forma de private equity), las ventajas vienen dadas tanto por la innovación en los modelos de negocio como por la novedad de la localización en países emergentes. En estos casos, la rentabilidad esperada puede ser mayor o menor en función del modelo de negocio que se proponga, aunque los factores de innovación hacen difícil establecer generalizaciones.
¿En qué se invierte?
Los recursos que se captan a través del impact investing se destinan a financiar modelos de negocio e iniciativas sociales sostenibles y escalables. Lo ideal es que su capacidad de generar ingresos los haga rentables y les permita crecer, al tiempo que sirven de inspiración a otros emprendedores o son replicados en otros lugares.
Esto permite que la actividad de estas empresas genere de forma eficiente un impacto positivo en la sociedad, ya sea mejorando directamente la vida de las personas o contribuyendo al cuidado del medio ambiente.
Las inversiones de impacto suelen hacerse a través de agentes intermediarios especializados en la captación de recursos para financiar modelos de negocio e iniciativas sociales con las características citadas anteriormente.
Existen distintos tipos de activos en los que invertir, aunque pueden dividirse en tres grandes grupos: préstamos, participaciones en el capital o productos híbridos.
Son productos que ya están incluyendo en sus carteras no solo las instituciones financieras de desarrollo, sino también fundaciones, inversores individuales, family offices, fondos soberanos y de pensiones, compañías de seguros y empresas.
Las características de estos activos en términos de rentabilidad, riesgos, liquidez y tamaño de las inversiones, que en el estudio se analizan en detalle y se comparan con las de los activos tradicionales, han convertido estos productos en una buena alternativa para aquellos inversores que buscan diversificar sus carteras y explorar nuevos sectores económicos y áreas geográficas.
De hecho, el informe aporta datos recientes que demuestran que la inversión en activos alternativos, entre los que se incluyen los de impact investing, está ganando peso en las principales carteras de banca privada y family offices, oscilando entre un 12% y un 18% del total del capital invertido según la región del mundo.
Riesgos bajo control
Los datos y la experiencia demuestran que, en términos generales, el resultado global de una cartera de inversión mejora con la inclusión de este tipo de activos, ya que reducen la volatilidad al tiempo que ofrecen una combinación atractiva de rentabilidad y riesgo.
Sin embargo, los autores advierten que el proceso de selección de activos de impact investing es complejo, está poco estandarizado y presenta unos riesgos muy particulares. De ahí que el informe concluya con una serie de recomendaciones que conviene seguir de cerca, tanto en el proceso de análisis como en la selección del producto.