IESE Insight
Más gas para la economía española
El gas es una energía eficiente desde el punto de vista económico, respetuosa con la protección del medio ambiente y ofrece más seguridad y estabilidad en el suministro.
Pocos sectores en España pueden presentar unas credenciales como las del gas: tiene un impacto positivo en la economía, sigue creando empleo de calidad, genera inversiones a un ritmo de 1.000 millones de euros anuales, es competitivo a nivel europeo y, además, continúa creciendo a pesar de la crisis.
Algunos datos del informe "Impacto del sector del gas en la competitividad y el empleo", publicado por la Cátedra José Felipe Bertrán de Gobierno y Liderazgo en la Administración Pública del IESE, reafirman esta buena valoración.
Para empezar, en 2011 supuso el 0,5% del PIB español y más de 6.000 millones en valor agregado bruto; emplea a más de 6.000 personas, con un salario medio que supera los 40.000 euros anuales, casi el doble que la media nacional; el valor de las inversiones acumuladas en los últimos diez años es de unos 11.000 millones de euros, buena parte de ellas en infraestructuras que han ayudado al deprimido sector de la construcción. Además, las empresas no pueden tener queja, ya que el precio industrial del gas en España es un 15% más barato que la media europea.
Sin embargo, según el informe del profesor del IESE José Ramón Pin y Esperanza Suárez, no parece que se estén aprovechando todas las oportunidades de futuro de lo que podría convertirse en un gran negocio para España y en un balón de oxígeno para su maltrecha economía.
Segunda fuente de energía primaria
El gas cumple con los tres requisitos básicos para el equilibrio necesario en cualquier política energética: es una energía eficiente desde el punto de vista económico, respetuosa con la protección del medio ambiente y ofrece más seguridad y estabilidad en el suministro que otras fuentes como el petróleo o la energía nuclear.
Estas características explican por qué el gas natural ocupa un peso específico cada vez más relevante en el mix energético, tanto en España como en el resto de Europa.
Actualmente, ya es la segunda fuente de energía primaria en España (24%) y la única que ha conseguido recortar distancias de forma significativa respecto al petróleo.
En 2010, la dependencia del petróleo se había reducido en España hasta el 52%, gracias a un mayor consumo tanto de gas (17%) como de electricidad (23%) y a la creciente cuota de las energías renovables (6%) en el mix energético final.
La evolución en los últimos años ha sido considerable, ya que en 1990 la participación del petróleo en el mix energético final era del 67%, frente al 18% de la electricidad y el 8% del gas natural (las energías renovables apenas si existían, y el carbón todavía cubría un 7% de la demanda).
En la actualidad el gas natural no solo cubre una parte cada vez mayor de la demanda final de energía, sino que también se utiliza como fuente primaria para la generación de electricidad en las centrales de ciclo combinado. De hecho, casi un tercio de la demanda total de gas natural en España corresponde a la generación eléctrica (29,5% sobre un total de 372.207 GWh en 2011).
Hacia el compromiso del "triple 20"
Los objetivos comunitarios para la eficiencia energética marcan que, para el año 2020, los estados miembros deben haber reducido en un 20% sus emisiones de CO2, aumentado hasta un 20% su consumo procedente de energías renovables y mejorado en un 20% su eficiencia energética.
El gas natural juega un papel crucial en la consecución de este triple objetivo: es la fuente que menos gases contaminantes emite, mejora la productividad y eficiencia energética en las plantas de generación eléctrica de ciclo combinado, y sirve de apoyo y garantía en el desarrollo y suministro de la energía procedente de fuentes renovables.
Pero, además de rebajar la factura energética (con la consiguiente mejora en productividad y competitividad para la economía y las empresas), el desarrollo del mercado del gas en España presenta oportunidades de futuro que no deberían desaprovecharse.
La situación geoestratégica de la Península Ibérica hace que España sea la puerta de entrada ideal para el gas natural procedente del norte de África.
Esta buena situación se ve reforzada por la capacidad de almacenamiento de gas natural licuado (GNL), de la que España es líder en Europa, y por la existencia de seis de las dieciocho plantas de regasificación que existen en el continente (España ocupa el tercer puesto mundial, por detrás de Japón y Estados Unidos).
Los desafíos pendientes
Sin embargo, para convertir el país en un auténtico hub de gas para el sur de Europa no basta con tener una buena posición en el mapa ni unas buenas infraestructuras para el almacenaje, transformación y distribución de la energía.
Es necesario avanzar hacia un mercado único europeo, que elimine las restricciones físicas y logísticas, y sobre todo, hacia un marco regulatorio estable que fomente las inversiones a largo plazo en infraestructuras y nuevas tecnologías necesarias para mantener y asegurar la competitividad del gas natural en el mix energético.
Por último, España debería estudiar la posibilidad de explotar el shale gas, un gas no convencional muy desarrollado en países como Estados Unidos, Canadá, México, Argentina, Australia y China, pero en fase embrionaria en Europa. Aunque requiere inversiones muy elevadas y, según algunos detractores tiene efectos no deseados sobre el medioambiente, podría reducir la dependencia energética de África y Oriente Medio.