IESE Insight
El euro cumple 20 años
El 20º aniversario del euro refleja la historia de algunos errores, pero también unos cuantos éxitos, de los cuales el más importante es que siga existiendo una moneda única.
Por Antonio Argandoña
Hace ya 20 años que el euro llegó a nuestras vidas. Muchos jóvenes no han conocido otra moneda, y los que ya no lo somos tanto apenas nos acordamos de cuando pagábamos con la peseta.
En mi opinión, el euro ha sido un éxito. Primero, por su misma permanencia, que muchos consideraban imposible. Segundo, por la estabilidad económica que nos ha proporcionado: una inflación media de alrededor del 2%, lejos de las inflaciones de dos dígitos y de las frecuentes devaluaciones de la peseta. Tercero, por la transformación económica de la economía española; continuando la experiencia de nuestra incorporación, en 1986, a la Comunidad Europea --hoy, Unión Europea (UE)--, España dejó atrás una economía anticuada, cerrada y proteccionista.
No todo han sido aciertos, claro, la moneda única ha tenido también fallos. La crisis económica de 2008 se convirtió, unos años después, en la llamada "crisis del euro". Fue, realmente, la crisis de la deuda de algunos países --España entre ellos--, lo que hizo temer seriamente por la continuidad de la moneda única.
La construcción del euro fue incompleta. Teníamos una política monetaria común, pero el resto de las políticas, sobre todo la fiscal --es decir, el déficit y la deuda pública--, quedaban en manos de los gobiernos nacionales... y los mercados castigaron a los países más débiles.
Aquel episodio se cerró en Londres en julio de 2012, con la célebre frase de Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE): "El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Créanme, será suficiente". Draghi entendió que el objetivo de inflación fijado para la política monetaria europea serviría de poco si la Unión Económica y Monetaria (UEM) se rompía. Bastó poco más que esa frase para detener la que era, sin duda, la peor crisis del euro.
La experiencia sirvió para poner en marcha las iniciativas que aún faltaban para completar la construcción de la moneda única; principalmente, la creación de un supervisor único para garantizar la fortaleza de las entidades financieras que sostenían la deuda de los países, así como el avance hacia la Unión Bancaria y la Unión de Mercados de Capitales.
Esas iniciativas están aún incompletas. Estamos muy lejos de la unanimidad sobre lo que debe ser la Unión Económica y Monetaria europea. Cada país tiene sus preferencias y limitaciones: principalmente, a la hora de mantener la autonomía de su política fiscal --o sea, de su déficit y de la cuantía de su deuda pública--, y, sobre todo, de aceptar qué limitaciones tiene la autonomía nacional, y qué apoyos deben prestarse entre sí los socios de esa iniciativa. Por ello, a menudo resulta muy difícil llegar a un consenso en lo que, en definitiva, van a ser restricciones a sus futuras decisiones de política.
La gestión de la crisis de la COVID-19 ha supuesto otro paso adelante. La Unión Europea ha aceptado la necesidad de un impulso fiscal extraordinario. El plan de recuperación NextGenerationUE para atender a los países más necesitados se ha financiado, en parte, con impuestos propios de la UE, así como con una emisión de eurobonos solidaria y conjunta de todos los países.
El BCE se ha implicado, también, en la financiación de la transición energética y la lucha contra el cambio climático, que siguen siendo responsabilidad principal de los gobiernos nacionales.
El futuro no está escrito, pero la supervivencia del euro en estos 20 años es un motivo de esperanza. No hay un modelo único de Unión Europea ni de moneda única, pero hemos aprendido muchas cosas que, me parece, nos permiten ser optimistas sobre el futuro del euro.