IESE Insight
Un ingrediente básico para evitar una nueva crisis financiera global
Quiebras como la de Lehman Brothers en 2008 o la actual del Silicon Valley Bank nos recuerdan cuán importante es la ética como única base posible de un sistema financiero que aporte seguridad y confianza.
¿Es sensato que un cabeza de familia sin un trabajo estable comprometa una porción significativa de sus ingresos en una hipoteca para comprar una vivienda? ¿Tienen los inversores alguna responsabilidad específica sobre las actividades de la compañía a la que prestan su dinero? ¿Es lícito vender un activo financiero complejo a un cliente sin educación o experiencia financiera?
Se trata de preguntas que estaban sobre la mesa hace quince años, cuando quebró Lehman Brothers; persistieron en el tiempo, pese a todos los cambios regulatorios y tecnológicos producidos desde entonces; y, ahora, se han avivado con la caída del Silicon Valley Bank.
Son este tipo de cuestiones, según el profesor del IESE Antonio Argandoña, las que se plantea un buen profesional de las finanzas, que debe actuar "en beneficio de sus clientes". También son cuestiones que evidencian la necesidad de conjugar dos dimensiones distintas (pero que siempre deberían ir de la mano). Por un lado, la dimensión económica, que se mide en términos de variables como gastos e ingresos, riesgos y rendimientos, solvencia o liquidez. Y por otro, la dimensión moral: lo justo, lo prudente, lo responsable.
De hecho, para el profesor Argandoña, "la ética no es una restricción impuesta desde el exterior, sino un componente esencial de las decisiones rentables y responsables". Y así lo expone en "Money and Finance: Ethical Considerations", uno de los capítulos del libro The Routledge Companion to Business Ethics, que recopila artículos de diferentes autores.
¿Finanzas éticas?
En su capítulo, Antonio Argandoña esboza los problemas éticos planteados por las finanzas modernas. Se trata de un análisis crítico que revisa el marco legal e institucional en el que operan las entidades financieras y analiza tanto las funciones y el papel en la gestión del riesgo de los distintos tipos de intermediarios como las dinámicas y prácticas de los mercados financieros. Además, señala el surgimiento de modelos alternativos de finanzas que florecen en contraposición o como respuesta a los excesos del capitalismo más salvaje.
De su análisis no escapan intermediarios como la banca comercial, la banca de inversión, la banca en la sombra (shadow banking), los hedge funds y otros tipos de fondos de inversión; la cada vez más amplia y sofisticada oferta de productos financieros (derivados, monedas virtuales...), ni el impacto de prácticas como la especulación, el trading de alta frecuencia o la titulización.
Y aunque cada activo o esfuerzo financiero tiene su propio carácter, ya sea por la naturaleza de la transacción, por el producto en sí, por las instituciones que lo promocionan o por las circunstancias del mercado, Antonio Argandoña destaca la necesidad de tener en cuenta que todos ellos implican relaciones humanas.
Sin ética, no hay confianza
Si bien la dimensión moral se ha hecho mucho más compleja en las últimas décadas —los productos son cada vez más sofisticados, las relaciones se multiplican a gran velocidad, las responsabilidades tienden a diluirse...—, no debería nunca verse comprometida por la evolución de ciertas variables económicas ni reducida a un mero análisis técnico de riesgo-beneficio.
¿Por qué? Porque las finanzas necesitan de la ética no solo para tranquilizar las conciencias de los inversores. También para mejorar las prácticas del sector, para desarrollar marcos legales y financieros sólidos, para mantener unas bases institucionales y culturales apropiadas y, en última instancia, para crear la atmósfera de confianza sin la cual las finanzas no podrían prosperar.
Sin ética, no hay confianza. Y la confianza es la base de todo sistema financiero. Lo era antes y lo sigue siendo ahora.