IESE Insight
González y Aznar reclaman el consenso en políticas energéticas
Felipe González y José María Aznar apuestan por incentivar la inversión en el sector energético y ofrecer un marco regulatorio estable que garantice el futuro del suministro.
El futuro del suministro energético pasa por impulsar dos grandes medidas: un equilibrio entre incentivar y regular el sector mientras se asegura la colaboración público-privada, y la puesta en marcha de un debate estratégico que permita consensuar una hoja de ruta factible y realista.
Así resumió la profesora del IESE Núria Mas la charla que mantuvieron los expresidentes del Gobierno español Felipe González y José María Aznar. Ambos participaron en la 12 edición de “Energy Prospectives”, una jornada organizada por la Fundación Naturgy y el IESE para conversar sobre las condiciones económicas, técnicas y científicas que se vislumbran para el sector energético en el largo plazo.
Energía y geopolítica
Felipe González asegura que “el riesgo geopolítico es hoy más alto que nunca”, igual que el impacto de la geopolítica en energía nunca había sido tan profundo. Echando la vista atrás, los anteriores shocks energéticos, aunque duros, “no tenían la complejidad a la que nos enfrentamos en la actualidad”.
El expresidente del Gobierno español entre 1982 y 1996 recordó los acuerdos de suministro de gas establecidos con Rusia hace más de 40 años. El final de la Guerra Fría en 1991 supuso una alteración del orden mundial que primaba hasta ese momento, y “la decisión de ayudar a la Federación Rusa respondía a una voluntad de reequilibrar la situación”, explica. Se acababa la política de bloques y era pronto para calibrar la potencia que emergería de China, que por entonces aún se consideraba la fábrica del mundo.
Pero la geopolítica se ha alterado mucho en solo cuatro años: para González, “hay un orden mundial completamente nuevo, distinto y cambiante, que aún no se ha asentado”, con China como bloque emergente.
La manera en que el mundo observa la guerra en Ucrania también aporta información. La mirada eurocentrista de la Unión Europea choca con la de otras regiones, como la India, que “no están dispuestas a asumir que los conflictos en Europa son más importantes que los que suceden en otros lugares”, advierte González.
Para José María Aznar, la guerra de Ucrania recuerda al conflicto que estalló en Corea en 1950, que confrontó a Estados Unidos y Rusia; ahora, los protagonistas son China y Estados Unidos. Según el expresidente de España entre 1996 y 2004, “vivimos una enorme competencia entre dos poderes: el incumbente (EE. UU.) y el emergente (China)”.
Los poderes emergentes harían bien en plantearse “cuánto es suficiente”, sugiere Aznar, recordando el desafío de la Alemania nazi y Japón a Estados Unidos y su posterior derrota. Para China, desafiar a Estados Unidos puede suponer un gran error, por mucho que el segundo dependa financieramente del primero. González está de acuerdo y señala que Estados Unidos tiene una posición mucho más fuerte ahora que en el pasado.
Para que Europa pueda convertirse en un tercer bloque en este nuevo orden mundial, explica Aznar, es necesario que crezca como potencia militar, estratégica, económica… Pero, como las personas de edad muy avanzada, compara González, el Viejo Continente mira hacia abajo para asegurarse de que pisa suelo firme y no caer, lo que puede llevarle a perder de vista el horizonte.
Transición verde
Tras el accidente de Fukushima en 2011, la excanciller de Alemania Angela Merkel abandonó su defensa de las nucleares y redobló su apuesta por la transición verde. Aunque todo el mundo es consciente de que debemos transitar a un nuevo modelo económico para hacer frente al cambio climático, “¿podemos pedir a China e India que no amorticen sus centrales de carbón? ¿Quién va a pagar el prometedor hidrógeno verde?”, cuestiona González.
En este contexto, la guerra en Ucrania añade si cabe más complejidad y nos sume en un mundo nuevo lleno de contradicciones: debemos avanzar en la transición verde, pero necesitamos garantizar el suministro energético.
Según Aznar, el camino a la descarbonización y las renovables es deseable, pero “los plazos son inviables”. En su opinión, apostar por la reducción del consumo no es aconsejable y, en este contexto, no parece prudente prescindir de la energía nuclear o el gas. En este sentido, Aznar advierte sobre el exceso de regulación y considera necesario alcanzar un equilibrio entre “la desregulación sin control” y “el intervencionismo sin límites”.
González y Aznar coinciden en que los objetivos acordados en la COP21 en París para 2030 y 2050 son orientativos, pero de muy difícil cumplimiento. La cuestión es qué vamos a hacer al respecto: si los acuerdos se pueden alcanzar, mejor incentivar la inversión; si no se pueden cumplir, ¿vamos a aplicar sanciones a diestro y siniestro?
En este sentido, “Estados Unidos ha hecho una aproximación de política energética adecuada”: gracias a la Inflation Reduction Act ha puesto en marcha una política de incentivos que premia a los que invierten en suelo local.
En cambio, la Unión Europea “ha optado por las sanciones” y, cuando ofrece ayudas, lo hace sin condicionar la fabricación en los Estados miembro, aseguran.
Preguntados por la excepción ibérica, los expresidentes creen que solo tiene sentido si es transitoria porque “ha tenido algunos efectos indeseados”. Si la propuesta funcionara en términos de suministro, precio y transición energética, todos la copiarían, apostillan.
Todo esto sucede en un contexto de cambios regulatorios constantes. “Hay que hacer un esfuerzo para garantizar una seguridad jurídica”, puntualiza Aznar. Por ejemplo, pregunta González, “¿vamos a prohibir las nucleares o a prorrogar su vida?, ¿sobre qué base puede tomar decisiones un directivo si las normativas sufren cambios continuos?”.
Destinados al entendimiento
Esta seguridad pasa por alcanzar consensos, coinciden los dos ponentes. Por ello, recomienda González, “las fuerzas políticas tienen que ponerse de acuerdo”. No vale con recurrir al populismo y “proponer soluciones simples a problemas complejos y, cuando fallan, buscar culpables”.
Estados Unidos debe acabar con una polarización sin precedentes, según González. Europa, por su parte, debe lidiar con la falta de competencias para obligar a asumir una política energética específica, y con la diferencia de mix energético para cada país.
España también necesita un profundo debate estratégico sobre qué quiere en materia de energía y qué puede y está dispuesta a hacer, por lo que debe abandonar el actual ambiente de crispación para alcanzar consensos. Igualmente, el futuro de la energía exige la colaboración entre el sector público y privado.
Asimismo, los grandes bloques que conforman el nuevo orden mundial deben entenderse. La interdependencia entre ellos se ha desequilibrado y hoy parece más una dependencia, lo que ha llevado a Estados Unidos a iniciar un proceso de reindustrialización. De todos modos, Taiwán fabrica más del 60% de los semiconductores. Por otra parte, dependemos de China, Taiwán y otras regiones con minerales raros. Así, cualquier inversor que quiera instalar placas fotovoltaicas en Estados Unidos tiene los incentivos para llevarlo a cabo, pero necesita recurrir a China para hacerlo. Por ello, la relación entre ambas potencias debería sustentarse en la coexistencia, no en la confrontación, conminan ambos expresidentes.