IESE Insight
Estrategias para combatir el calentamiento global
Por Joan Fontrodona y Bruno Martínez
El calentamiento global constituye una problemática seria y urgente que nuestra sociedad enfrenta en la actualidad. La falta de consenso respecto a la magnitud y urgencia del problema supone una dificultad adicional. En un extremo del espectro, algunas perspectivas adoptan un enfoque catastrófico y dibujan un panorama desolador e inevitable de un futuro marcado por los desastres naturales, los cambios climáticos extremos y la pérdida de biodiversidad. En el otro extremo, existen posturas negacionistas que minimizan o incluso niegan la realidad del cambio climático y sus efectos.
En este contexto polarizado, proponemos adoptar una postura constructiva que, basada en datos científicos, reconoce los riesgos plausibles del calentamiento global y propone acciones concretas para mejorar la situación actual y las perspectivas de futuro.
La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, firmada en 1992, enunció el principio de precaución, el cual establece que cuando existan amenazas de daños graves o irreversibles, la falta de certeza científica total no se utilizará como motivo para posponer medidas rentables para prevenir la degradación ambiental. Este principio es una herramienta esencial en la toma de decisiones cuando nos enfrentamos a situaciones donde existe la posibilidad de un daño, aunque no haya un amplio conocimiento científico sobre la materia en cuestión.
La esencia de la precaución radica en tener cuidado por adelantado, en ser cautelosos en un contexto de incertidumbre. Implica reconocer una responsabilidad social destinada a proteger al público de la exposición al daño cuando la investigación científica ha identificado un riesgo plausible. Se trata de anticipar el perjuicio antes de que ocurra, adoptar medidas correctoras y ajustarlas en función de las evidencias que surjan. En definitiva, consiste en vivir el principio según el cual más vale prevenir que curar. No nos podemos permitir permanecer pasivos ante la posibilidad de un futuro incierto y peligroso.
Al respecto, la descarbonización se presenta como una solución crucial en esta lucha, en la que todos debemos participar de forma activa. De hecho, las empresas desempeñan un papel esencial tanto a través de sus actividades como a lo largo de su cadena de suministro. Para ello, resulta fundamental la incorporación en la toma de decisiones de consideraciones en torno a esta cuestión, así como el establecimiento de unos requisitos mínimos en términos de emisiones a la hora de establecer relaciones comerciales.
Además, para facilitar esta tarea, existen herramientas de gran utilidad como la huella de carbono, a través de la cual pueden evaluarse y cuantificarse las emisiones de CO2 de los proveedores.
La transición hacia una economía baja en emisiones de carbono requiere de un compromiso claro por parte de las empresas para reducir su huella ambiental y adoptar prácticas más sostenibles. En este sentido, la presión que las compañías pueden ejercer sobre sus proveedores se configura, sin duda, como una buena palanca para expandir ese movimiento a favor de la descarbonización.
Del mismo modo, resulta esencial contar con la participación activa de la sociedad. En el ámbito particular, se debe asumir la propia responsabilidad individual y adquirir conciencia acerca de la necesidad de reformular nuestras acciones cotidianas en esta misma dirección. Para ello, tanto la adopción de prácticas de eficiencia energética en los hogares como el uso sostenible del transporte son dos de las principales acciones con las que la ciudadanía puede contribuir a la descarbonización. Este enfoque, fundamentado en la responsabilidad individual y la conciencia colectiva, puede constituir, sin duda, un paso significativo que marque la diferencia en la lucha contra el cambio climático.
En definitiva, tal como se ha visto a lo largo de este cuaderno, la descarbonización promueve un cambio de paradigma a través de la reformulación de nuestro actual modo de vida. No se trata de renunciar de manera absoluta a nuestras actividades, sino de adaptarlas a través de prácticas y tecnologías respetuosas con el medioambiente, sin alterar el equilibrio que, de forma natural, nos brinda el planeta.
En última instancia, el camino hacia la descarbonización y la mitigación del cambio climático requiere un esfuerzo colectivo y coordinado. Solo a través de la colaboración entre Gobiernos, empresas y ciudadanos cabe esperar que se aborde de forma eficaz este desafío global. Por ello, adoptar una mentalidad proactiva y comprometida es fundamental para asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras.
Sectores más contaminantes
- Eléctrico.
- En 2020, la producción y consumo de electricidad generaron 15.000 millones de toneladas de CO2 (un 41% de las emisiones globales).
- Medidas: transición hacia fuentes de energía no fósiles, como energía nuclear y renovable, que en 2022 representó el 38% de la producción eléctrica global.
- Movilidad
- El transporte es responsable del 20% de las emisiones mundiales de CO2. El 69% corresponde al transporte por carretera.
- Medidas:
- promoción de zonas de bajas emisiones y adopción de vehículos limpios
- en el sector marítimo, progresiva eliminación de fuelóleos pesados, modernización de puertos y barcos, y regulación del acceso a los puertos
- en el sector aéreo, uso de combustibles alternativos, como hidrógeno de fuentes renovables, amoníaco verde y biocombustibles avanzados
- Manufactura
- Uno de los más difíciles de descarbonizar. Por ejemplo, el CO2 es un subproducto químico inevitable en la producción de cemento.
- Medidas: almacenar permanentemente el CO2 en formaciones subterráneas y evitar que se libere en la atmósfera. Ya se han almacenado con éxito unos 300 millones de toneladas de CO2 y se estima que la capacidad global de almacenamiento subterráneo supera las 14.000 gigatoneladas.
Fuente: extracto adaptado de Hacia una economía descarbonizada, Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Impacto Social nº 60, del profesor del IESE Joan Fontrodona y Bruno Martínez.