IESE Insight
El saco roto de la codicia y otras moralejas de la crisis
Durante los últimos años, la falta de ética se ha llevado por delante tanto el beneficio económico como otros bienes intangibles, más difíciles de recuperar.
Crisis. Probablemente la palabra más repetida en medio mundo desde hace dos años. Fue en 2008 cuando los mercados financieros estadounidenses se vinieron abajo a causa de la valoración excesiva que durante mucho tiempo se había hecho de los activos inmobiliarios. El fenómeno no tardó en extenderse a otros países, entre ellos España.
A esta primera crisis le siguieron otras dos. La primera, de naturaleza financiera, provocada por la caída de la solvencia y la liquidez de los bancos. Y la segunda, la de la deuda pública, que puso en evidencia las dificultades de los gobiernos para hacer frente a la recesión debido a su elevado endeudamiento.
¿Pero es ésta, en su conjunto, una crisis ética como se dice a menudo? Sí, aunque no es su única causa. Ésta es la tesis principal del profesor Antonio Argandoña en "Más allá de la eficiencia: lecciones éticas de la crisis para la cultura empresarial". Para el profesor del IESE, estamos ante una crisis de gobierno de una amplia gama de instituciones que, a su vez, refleja el fallo de un modelo económico y social, apoyado en unos supuestos antropológicos y éticos fallidos.
Conductas codiciosas
La prudencia debería ser la virtud principal del banquero y, en general, de los hombres de negocios. Pero el entorno generado en los últimos años no ha facilitado en absoluto su práctica. Más bien todo lo contrario: se han fomentado valores como la gloria, la riqueza, la mentira o, el más peligroso de todos, la codicia. No sólo la de los grandes directivos; también la de la sociedad en su conjunto.
El autor entiende la codicia no como la simple búsqueda de beneficios, sino como la perversión del legítimo derecho al lucro. Condiciones como los tipos de interés bajos, la abundancia de liquidez o el rápido crecimiento del precio de los activos han permitido incrementar los beneficios a toda costa.
La sociedad ha favorecido este tipo de conductas codiciosas e incluso las ha premiado, aunque en ocasiones implicaran situaciones de fraude y estafa, aceptando que el fin justifica los medios.
Las instituciones financieras, por su parte, han provocado situaciones de injusticia al recurrir a prácticas como la ocultación de información, la publicidad engañosa, la multiplicación de operaciones innecesarias para generar comisiones mayores, etc.
También han demostrado falta de consideración del bien común al incurrir en niveles de riesgo superiores a los que estarían dispuestas a aceptar si ellas cargasen con todas las pérdidas potenciales.
Motivaciones y decisiones
Detrás de todas estas acciones descritas anteriormente se esconden las motivaciones que guían nuestros pasos. Algunas son de naturaleza económica (la misma remuneración, por ejemplo), pero podemos encontrar desde el deseo de aprender hasta la satisfacción por el trabajo realizado.
Cualquier decisión tiene varios efectos. Cuando el empleado de una oficina bancaria vende un producto financiero a un cliente, por ejemplo, está obteniendo los resultados económicos que le permitirán ganar su sueldo. Pero puede que también aprenda algo más sobre el producto financiero en cuestión o que el cliente aumente su confianza en la institución.
Aquí es donde entramos en el terreno ético, porque podría ser que el empleado mintiera al cliente para colocarle el producto financiero, anteponiendo su remuneración a cualquier otra valoración. Si es así, ha puesto en peligro su credibilidad y la de la institución, y ha desarrollado su capacidad de ser injusto.
Las interpretaciones meramente económicas de la crisis son incompletas, puesto que las decisiones de las personas pueden generar una amplia gama de consecuencias, creando culturas morales o inmorales. La ética, tal como la entiende Antonio Argandoña, añade a la economía una concepción más rica de las motivaciones humanas y permite perfilar mejor las consecuencias, sobre todo a largo plazo, de las decisiones económicas.
Ética de la crisis
Podemos afirmar que no existen decisiones puramente económicas, sino que todas ellas son también éticas y sociológicas. El carácter ético de una decisión dependerá no tanto de su conformidad con unas normas como de la capacidad para conocer en cada ocasión qué es lo adecuado.
La crisis ha dejado en evidencia un conjunto de fracasos en las conductas de los agentes de las instituciones financieras, organismos reguladores y gobiernos. Las conductas fallaron porque lo hicieron los modelos teóricos y prácticos en que se inspiraban. Y éstos fracasaron porque sus fundamentos antropológicos y éticos eran incorrectos.
Dirigir es conseguir resultados económicos, pero también resultados intangibles en las personas, como la confianza del personal y los clientes en la organización. Durante los últimos años, la falta de ética se ha llevado por delante tanto el beneficio económico como estos otros bienes intangibles, más difíciles de recuperar. Después de esta crisis, ¿aprenderemos por fin la lección?