IESE Insight
Cuatro pasos para hacer frente a la crisis energética
Mientras el precio de la energía sigue subiendo, la Unión Europa debería pensar bien cuál va a ser su estrategia energética y sopesar el subsidio de los combustibles
Por Xavier Vives
El incremento del coste de la energía se inició antes del estallido de la guerra. Entre las causas, identificamos la subida del precio del gas natural y del CO2 —por el que se paga en algunas industrias—, así como restricciones de oferta de la energía eólica, debido a factores meteorológicos (no sopló el suficiente viento). También influyeron los cuellos de botella en la cadena de suministro y el poder de mercado de algunos productores, como Gazprom, que empezaron a restringir la oferta. Además, las políticas de transición verde, que ponían fecha de caducidad a los combustibles fósiles, han llevado a sus productores a disminuir sus inversiones en proyectos a largo plazo. Todo esto ha desembocado en una crisis energética, especialmente aguda en Europa debido a su dependencia de fuentes externas.
Los pasos que puede dar la UE ante la crisis energética
- Planificar bien la transición energética verde. ¿Qué energías de transición vamos a necesitar? El gas y la energía nuclear han pasado de ser consideradas en la UE de energías sucias a limpias. Hay que pensar bien qué necesitaremos en la transición, el horizonte, los incentivos y cuánto debemos invertir en estas tecnologías. Preguntémonos: ¿Qué rol debe jugar la energía nuclear? Si bien parece difícil que cumplamos el objetivo de emisiones cero marcado para 2050, es bueno tenerlo en mente. Eso sí, hay que poner los recursos necesarios. Además, debemos tener en cuenta que este es un problema global: de poco sirve que Europa cumpla con sus compromisos si China y Estados Unidos se los saltan. Simplemente, los países miembros se harían menos competitivos. Si, aun así, Europa decide avanzar en este sentido, entonces, como mínimo, debería imponer aranceles a los productos con un alto contenido en carbono que procedan del exterior.
- Desarrollar una política energética europea. Se necesitan más interconexiones entre los países europeos, así como compras conjuntas que conviertan Europa en uno de los compradores más relevantes y, por ende, capaz de obtener mejores precios. Asimismo, hay que coordinar las políticas de diversificación energética de todos los países miembros.
- Reformar el mercado mayorista. El energético es un mercado de precio marginal, donde el coste marginal más alto –normalmente el gas– marca el precio. Se trata de un esquema adecuado cuando las empresas generadoras son competitivas y existe libertad de entrada y de salida. Pero, por razones regulatorias, no hay libertad de entrada en el sector de la energía nuclear. Tampoco existe en el de las hidroeléctricas. Las renovables, por su parte, tienen un alto coste fijo mientras que el variable es muy bajo. Para hallar incentivos de inversión que funcionen, hay que analizar cómo se estructura el mercado y cómo se conforma el precio básico de mayorista en dicho mercado.
- Dedicar los subsidios a quién realmente los necesita. Los gobiernos no tienen la capacidad o la potestad de frenar la subida del coste del petróleo o del gas. A corto plazo, pueden subvencionarlos para paliar el incremento del precio, pero eso se acaba traduciendo en una demanda más alta de esos combustibles. Aun así, algunos países están adoptando medidas de este tipo. Las promesas de la antigua primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, ahora retiradas, habrían podido costar al contribuyente 150.000 millones de libras. No era sostenible. Si bien una parte de la población tiene problemas para hacer frente al incremento del precio del petróleo o el gas, por ejemplo, eso no ocurre en todos los estratos sociales. Conviene que las personas con una economía desahogada paguen el precio real, mientras que las familias que atraviesan una situación económica precaria reciban ayudas directas. De lo contrario, se distorsiona el precio real de los bienes y se reducen los incentivos para ahorrar energía.