IESE Insight
La cohesión social, un lúcido empeño de las ciudades inteligentes
Ya vivan en barracas o en rascacielos, todos los ciudadanos deben estar en el centro de políticas urbanas inclusivas. Esta es una de las conclusiones del libro Cities and Social Cohesion, que compila las mejores prácticas de ciudades inteligentes de todo el mundo para abordar la creciente desigualdad.
Más que nunca, en las grandes ciudades conviven personas de distintas procedencias, culturas y religiones. ¿Cómo pueden beneficiarse las ciudades de los cambios demográficos? ¿Cómo evitar que ciertos grupos caigan en la marginalidad? Estimular la cohesión social es una parte fundamental de la ecuación.
Los profesores del IESE Pascual Berrone y Joan Enric Ricart, junto con la investigadora Ana Isabel Duch T-Figueras, lo explican en el libro Cities and Social Cohesion: Designing More Inclusive Urban Areas.
La cuarta entrega de la "serie IESE Cities in Motion" arroja luz sobre cómo los líderes urbanos pueden fomentar la cohesión social en áreas urbanas en un momento de grandes desafíos.
La obra revisa tendencias y retos que amenazan la cohesión social en las ciudades. También resalta un abanico de iniciativas de diversas ciudades para reducir las desigualdades y mejorar la cohesión social.
Una desigualdad creciente
Si bien el porcentaje general de la población mundial que vive en condiciones de extrema pobreza se sitúa desde 2015 por debajo del 10 por ciento, la rápida urbanización ha dado lugar a niveles crecientes de desigualdad salarial en las grandes ciudades de todo el mundo.
Hoy, en tres de cada cuatro ciudades la desigualdad salarial es mayor que hace 20 años. Y, aunque las mayores desigualdades se encuentran en las áreas urbanas de las economías emergentes, la brecha salarial está aumentando también en las de la OCDE.
La segregación espacial también acarrea grandes riesgos. Si bien las minorías tienden a agruparse en barrios de bajos ingresos según su etnia, religión o raza, esa distribución está muy ligada a la disponibilidad de vivienda, espacios públicos, educación, sanidad y transporte.
Muchas áreas urbanas se están dividiendo entre zonas ricas y pobres. En Buenos Aires, Sao Paulo y Ciudad de México, comunidades valladas se han convertido en "guetos voluntarios" donde las familias acomodadas se protegen de la inseguridad y la violencia. Por ejemplo, la exclusiva comunidad vallada de Nordelta, en Buenos Aires, tiene cinco escuelas, un hospital, restaurantes, un centro comercial, un hotel y hasta un lago para navegar.
Al mismo tiempo, proliferan los suburbios o asentamientos informales, donde ya vive un cuarto de la población urbana, y se espera que esta proporción se incremente a medida que aumenta el número de gente que vive en ciudades.
La sanidad también es un problema creciente. Las desigualdades en el acceso a los servicios entre distintos grupos se están intensificando en las grandes ciudades, donde niños, mujeres, grupos minoritarios y quienes habitan en asentamientos informales corren el riesgo de quedarse sin servicios sanitarios adecuados.
Cinco palancas de cambio
Teniendo en cuenta que el aumento de la cohesión social puede evitar problemas asociados al rápido cambio demográfico, los autores aplican su modelo de gestión urbana, que se apoya en cinco palancas de cambio:
1. Infraestructuras y planificación urbana. Las ciudades pueden fortalecer la inclusión y la cohesión social incrementando el acceso a ciertas zonas urbanas, servicios, espacios públicos y vivienda asequible. Por ejemplo, en Viena descubrieron que las mujeres usaban más el transporte público y se desplazaban a pie con más frecuencia que los hombres, por lo que implementaron cambios de diseño. Estos incluyeron la mejora de la iluminación de las calles y la ampliación de las aceras para permitir paseos más seguros y cómodos.
2. Políticas, legislación y regulación. Utilizar la legislación para abordar las desigualdades requiere una combinación de voluntad política, instituciones efectivas y políticas sociales bien enfocadas. Un proyecto en Leipzig, por ejemplo, empareja a refugiados con mentores. Y la ciudad ha diseñado e implementado extensos programas para proveer de vivienda, asistencia sanitaria, cursos de idiomas y otros beneficios a los solicitantes de asilo.
3. Cambios en el comportamiento y las preferencias de la gente. La habilidad de los líderes urbanos para aumentar el sentimiento de pertenencia y la integración de los ciudadanos puede incrementar la cohesión social, la confianza y la participación. En Yokohama, se quería incrementar la participación de la tercera edad y reducir las emisiones de CO2 para mejorar la salud de la población. Por ello crearon un programa con un sistema de recompensas para animar a las personas mayores a andar en lugar de ir en coche.
4. Nuevas tecnologías aplicadas e innovaciones. La tecnología puede ayudar a romper barreras y favorecer la integración y la inclusión. Un ejemplo es un proyecto del Ayuntamiento de Varsovia para ayudar a personas con problemas de visión a moverse por el transporte público y localizar edificios públicos. Para llevar a cabo el proyecto, la ciudad lanzó una aplicación e instaló miles de transmisores que se comunican directamente con los teléfonos móviles.
5. Nuevos modelos de negocio. Integrar los cuatro elementos previos da lugar a nuevas maneras de hacer negocios. Por ejemplo, en el norte de Londres se lanzó en 2015 una plataforma para no desaprovechar el excedente de comida. En marzo de 2017, esta aplicación, llamada OLIO, ya estaba operativa en más de 40 países y conectaba a vecinos con tiendas locales, cafeterías y mercados. El objetivo: facilitar la donación de comida a quienes la necesitan.
Fomentar la inclusión social en las grandes ciudades es una tarea compleja, pero posible. El primer paso, aseguran los autores, es poner a los ciudadanos en el centro del diseño de las políticas. Si colaboran estrechamente con todas las partes interesadas, los líderes urbanos pueden aprovechar la diversidad como una fuente de desarrollo socioeconómico en lugar de tratarla como un problema.
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