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El dilema de trabajar en Irak: ¿sentido del deber o seguridad?
El 5 de febrero de 2015 se levantó el toque de queda nocturno en Bagdad, vigente desde hacía más de diez años, con lo que la vida de la capital recobraba cierta normalidad. Sin embargo, ese mismo día la violencia sacudía de nuevo el país. Ammar al-Rikabi, un MBA del IESE, expone su experiencia laboral en un entorno tan hostil como el de Irak y sus dilemas personales.
¿Qué hacer cuando lo que se considera correcto y la seguridad son incompatibles? Las motivaciones emocionales y éticas pueden chocar con la seguridad y el bienestar propio cuando tu país se llama Irak.
En 2010, tras graduarse en el MBA del IESE, Ammar al-Rikabi aceptó un empleo en un banco de Irak. Pero no lo hizo por las razones habituales. Había dejado su país de nacimiento a los nueve años de edad y, consciente de las dificultades que atravesaba, sintió que debía aportar su granito de arena.
El trabajo, encaminado a impulsar la inversión privada en infraestructuras, parecía una manera loable de colaborar en el desarrollo del país en un momento muy complicado. También suponía alejarse de su familia, que vivía en Europa, y de su novia, en Turquía.
Al-Rikabi sabía que la seguridad era un problema en Irak, pero, tras hacer unas prácticas el verano anterior, pensó que podía lidiar con los riesgos. El trabajo era interesante y su jefe se comprometió a ayudarle cuando pidiera el traslado a la sucursal de Londres al final del verano, así que decidió aceptar el puesto. El 20 de junio su oficina fue objeto de un atentado suicida.
En este caso, escrito en primera persona y supervisado por el profesor del IESE Alberto Ribera, Al-Rikabi reflexiona sobre su experiencia en Irak y el dilema al que se enfrentó cuando su sentido del deber entró en conflicto con otras consideraciones.
Inestabilidad crónica
En junio de 2010, Bagdad era una ciudad muy diferente de la que Al-Rikabi había conocido un año antes. Aunque la violencia sectaria entre chiíes y suníes había disminuido, las infructuosas elecciones generales habían dejado la situación política en un punto muerto. "El vacío de poder se llenó... de violencia", explica.
Además, en septiembre Estados Unidos iba a retirar sus tropas, así que lo más probable era que se recrudeciera la espiral de violencia.
A mediados de junio, un comando terrorista atacó el Banco Central de Irak. Aparentemente, el objetivo del grupo parecía ser destruir la infraestructura económica del país, por lo que Al-Rikabi empezó a preocuparse por el hecho de haberse convertido él mismo en un blanco a causa de su trabajo. La única manera de no pensar en ello era volcarse en el trabajo y eso es lo que hizo.
Un mal día en la oficina
El día del atentado, Al-Rikabi trabajaba en un gran proyecto de infraestructuras destinado a impulsar la economía iraquí. A las 11 de la mañana se encontraba en el baño. Mientras se lavaba las manos, escuchó un sonido parecido a un trueno seguido de gritos. Una nube de polvo se coló por la ventana hecha añicos que tenía a su espalda.
"Aquí, después de una bomba siempre viene otra", pensó aturdido. Y, en efecto, inmediatamente escuchó más explosiones y apareció otra nube de polvo. De vuelta en el vestíbulo, lo que halló fue pánico y caos, con vidrios rotos y papeles por doquier. También vio a un vigilante de seguridad con una herida en la cabeza que iba de un lado para otro. Pero todo el mundo parecía estar bien. ¿Era posible que no hubiera víctimas?
Más adelante supo que habían muerto 26 personas, todas ellas fuera del edificio. Un vigilante de seguridad había impedido el paso del vehículo que conducía el primer terrorista suicida. Poco después, el coche del segundo asaltante quedaba atrapado en el cráter generado por la primera explosión. La calle estaba sembrada de escombros, muertos y heridos.
El objetivo de los terroristas era el banco, que seguía en pie gracias al personal de seguridad y a los muros a prueba de bombas.
Unidos frente a la adversidad
"No se preocupe", le dijo a Al-Rikabi el portero del complejo residencial donde vivía. "Es su primera bomba, eso es todo".
A pesar del estrés y el desencanto reinantes, le impresionó el espíritu de camaradería. La gente se esforzaba en hacerle reír. Incluso un amigo le limpió tranquilamente el ordenador portátil hasta que no quedó rastro alguno del polvo causado por la bomba. En plena crisis, y a pesar de todo, la vida continuaba.
Por razones de seguridad, el equipo de inversión del banco trasladó su actividad al complejo residencial, donde trabajaban con más ahínco que antes, hasta el punto de celebrar reuniones a la 1 de la madrugada. Era un momento de confusión y miedo, pero también de una ética laboral y un compañerismo encomiables.
Con todo, las explosiones habían sacudido el sentido del deber de Al-Rikabi. Además del riesgo evidente, empezó a reconsiderar las razones que le habían llevado hasta allí.
¿Qué sentido tenía esforzarse por mejorar Irak cuando algunos de sus compatriotas atacaban las empresas que trataban de ayudarles? Aunque en parte trabajaba para ayudar económicamente a su madre, ¿era justo dejarse la vida en ello? Tenía la posibilidad de marcharse, así que, ¿cuáles eran los límites de su altruismo?
Una experiencia personal digna de estudio
Ammar al-Rikabi ha trabajado con el profesor Alberto Ribera en una serie de casos en primera persona que cubren sus prácticas de 2009, su primer verano como empleado contratado (el que cubre este caso) y otros dos más sobre lo que ocurrió en los cuatro años siguientes, tanto en su carrera profesional como en Irak, sobre todo en la región autónoma del Kurdistán.
Los casos incluyen información económica y geopolítica sobre el país árabe, así como textos que recogen las impresiones de Al-Rikabi a raíz de lo que acontecía en su vida. Uno de los anexos es una copia de la carta que escribió menos de 24 horas después del ataque a su banco.
Casos de estudio como el que nos ocupa sirven para suscitar el debate en las aulas de las escuelas de negocios. Este, en concreto, plantea interrogantes sobre lo que consideraríamos una actuación correcta a nivel personal, profesional y ético. ¿Usted hubiera seguido trabajando en el banco después del atentado?
El caso "Working in Iraq (A): The bank job" está disponible en IESE Publishing.