IESE Insight
La banca magrebí, a medio camino entre el Sáhara y Europa
La profundización financiera de Magreb es mejor que la mayoría del continente, pero todavía lejana a los niveles del primer mundo. ¿Por qué no consiguen dar el gran salto?
En Marruecos, sólo el 45% de la población tiene acceso a los servicios financieros más básicos. El porcentaje desciende hasta el 42% en Túnez y al 30% en Argelia. Son registros mejores que los del África Subsahariana, donde a menudo sólo una de cada diez personas ha visto un banco tal y como los conocemos en Europa. Pero todavía quedan muy lejos de los niveles de los países desarrollados.
El profesor del IESE Javier Santomá y el investigador Francesc Prior llevan tiempo estudiando los niveles de bancarización en el tercer mundo. Saben que las instituciones financieras juegan un papel fundamental en el desarrollo de un país, que difícilmente se arreglarán las cosas si los bancos no juegan su papel. Ya analizaron el terrible caso del africa subsahariana, y ahora fijan su objetivo en el Magreb. La profundización financiera de estos países es mejor que la mayoría del continente, pero todavía lejana a los niveles del primer mundo. Queda mucho por hacer como señala el documento "Acceso a servicios financieros en el Magreb".
Lo primero que salta a la vista en Túnez y Marruecos es un problema de regulación. Ambos países imponen una tasa de interés máxima al crédito que prestan las entidades reguladas. Quizás las intenciones son nobles, pero la realidad es que eso disminuye la oferta porque muchos operadores no pueden cubrir sus gastos. Las asociaciones marroquíes que conceden microcréditos sí prestan a tipos del mercado, a menudo del 20 o 30 por ciento, y eso no ha frenado su demanda. Es más, se ha registrado un cierto nivel de desarrollo. Pero su continuidad no está del todo clara, porque no se les permite captar depósitos. Peor están en Túnez, donde el microcrédito no escapa a la tasa máxima del 5% y adicionalmente el sector es coto exclusivo de la Banque Tunisienne de la Solidarité.
Argelia y Egipto ya optaron, en 2001, por eliminar las tasas máximas, pero tienen otros problemas. Sin emabrgo, hay algo en lo que suspenden los cuatro países: no protegen los derechos de los acreedores. En este aspecto el Banco Mundial puntúa a Argelia, Túnez y Marruecos con un 3 sobre diez. Egipto baja hasta el 1 sobre diez, mientras que la media de la OCDE está en 6,3. Obviamente, no es el mejor panorama para incentivar la concesión de préstamos.
El bajo nivel de acceso al crédito en los países del Magreb también se explica por una cuestión de método. Las entidades estudian el riesgo de una manera que no se adapta al carácter informal de las economías en que operan, porque sólo se tienen en cuenta los ingresos que estén probados documentalmente. Además, no existen centrales de riesgo que recopilen toda la información sobre el historial de crédito de personas y empresas. Sólo se guarda registro de las operaciones importantes. En la práctica, sólo el 0,2% de la población en Argelia, el 1,5% en Egipto, el 2,3% en Marruecos y el 11,6% en Túnez tiene un historial de crédito en las centrales públicas de estos países.
Cartas para la esperanza de Magreb
Otro de los problemas que tienen los países del Magreb es la escasa capilaridad de sus redes de distribución. En el mejor de los casos, tienen poco más de 10 oficinas y ocho cajeros por cada 100.000 personas. Sin embargo, es aquí donde pueden entrar en juego los servicios postales. Herencia del pasado colonial francés del Magreb, su red llega más lejos que nadie. El servicio postal es en todos los países analizados la entidad líder en captación de ahorro y distribución de remesas. Su potencial es enorme, pero por el momento y por desgracia, está desaprovechado. Estas entidades postales no tienen capacidad legal para prestar, por lo que no se generan microcréditos. Prior y Santomá creen que de solucionarse este problema se daría un paso de gigante en el proceso de bancarización del Magreb. No en vano, los servicios postales están en contacto directo con una de las fuentes de ingresos más estables de estos países: las remesas.
El fenómeno de las remesas es uno de los factores que más han contribuido al desarrollo económico de la zona y su importancia en términos del producto interior bruto sirve en muchos casos para explicar sus estadísticas de crecimiento. Marruecos recibió en 2004 unos 4.200 millones de dólares, un 8,4% de su PIB. Egipto es el segundo país más beneficiado, con 3.300 millones que representan el 4,19% de su PIB. Las remesas también a
fectan positivamente a las balanzas por cuenta corriente y tipos de interés de la zona, contribuyendo a la estabilización macroeconómica del Magreb.
El impacto de estos envíos de dinero resalta todavía más cuando se mide en relación a los ingresos de los ciudadanos, y en concreto, en relación a la renta per cápita de las clases más desfavorecidas. En Marruecos, las remesas representan más del 27% de los ingresos de los más pobres; en Túnez, casi un 18%, mientras que en Argelia y Egipto ese porcentaje se acerca al 10%. Esta importancia lleva a los autores a pedir que las entidades financieras incluyan las remesas cuando analizan el riesgo asociado a un posible crédito. Como cualquier otro ingreso que proviene de la llamada economía informal, forma parte de la capacidad de pago de las personas.
Camino de la liberalización
Los sectores financieros regulados de los países que componen el Magreb se caracterizan por una baja rentabilidad acompañada de unas altas tasas de capitalización, liquidez y morosidad. Tarde o temprano, todos los países han empezado a privatizarlos. El último país en hacerlo, Argelia, todavía cuenta con una banca pública que domina más del 90% de los activos y depósitos bancarios. Egipto ya se encuentra en una segunda fase. En 2006 privatizó el Banco de Alexandria y ahora el sector público controla "sólo" el 43,7% de los activos bancarios del país. Aún así las autoridades se ven obligadas a intentar rescatarlo, porque de momento presenta unas rentabilidades bajísimas (ROA 0,2%). Es el resultado de unas ratios de morosidad demasiado grandes (24,2%), a menudo provocadas por la corrupción.
Túnez comenzó la privatización en 2001 y ya ha conseguido que su banca privada sea más importante que la pública. Sin embargo, su sistema bancario comercial también adolece de unas rentabilidades bajas (ROA 0,6%) y ratios de morosidad demasiado elevadas (20%). Tras la crisis de 2002, las reformas adoptadas cuatro años después intentan reforzar los controles del riesgo asociado al crédito. Finalmente, Marruecos es el país que más ha avanzado en el camino de la liberalización. Su sistema financiero apenas cuenta con participación pública. Aún así, también es cierto que la Familia Real tiene acciones del banco privado líder del país, ATW, y que controla el banco cooperativo más importante de Marruecos.
Mejores prácticas
Los autores creen que, de entre todos los modelos observados en los cuatro países, la oferta de microcréditos de Marruecos es la mejor. El sector está altamente especializado y además colabora con el sector financiero regulado. Sin embargo, como ya se comentado, las microfinancieras no pueden captar depósitos. Queda mucho por mejorar. Prior y Santomá creen que la solución pasa por un modelo conjunto de distribución de microcréditos y microdepósitos basado en medios de pago electrónicos. De esta manera se potenciaría la sinergias entre las microfinancieras y las entidades bancarias. Las primeras podrían acceder a una infraestructura lo suficientemente potente para crear una central de riesgos, mejorarían su oferta de productos y serían mejores en la gestión de remesas. La entidad bancaria accedería a una base de clientes mucho más amplia, mejorando sus niveles de captación de remesas y depósitos. Un binomio en el que todos ganarían. Lo harían en beneficio del país, mejorando los niveles de bancarización y profundización financiera. Quizás entonces los bancos cumplirían realmente su papel, y los excesos de liquidez que actualmente no se transforman en crédito, una de las grandes trabas al crecimiento económico del Magreb, serían historia. Y quizás entonces aparecería, definitivamente, una luz al final del túnel.