IESE Insight
¿Y si su mejor aliado fuera la universidad?
Algunos de los productos más importantes del siglo XX deben su éxito a los investigadores universitarios que los hicieron posibles tecnológicamente.
Por Bruno Cassiman
Está comprobado que las empresas que mantienen vínculos con instituciones científicas y centros de investigación se sitúan al frente de la innovación –y aparecen en las solicitudes de patentes– con más frecuencia que las que carecen de ellos. Estos vínculos varían en número, estilo y complejidad. Las empresas pueden crearlos mediante el acceso a los medios científicos de carácter público; las alianzas con universidades y centros de investigación públicos; la citación de estudios científicos en solicitudes de patentes, o la publicación de los suyos propios, a menudo en colaboración con investigadores universitarios.
El gigante de las TI Indra, por ejemplo, realiza una serie de proyectos de colaboración con varias universidades españolas. Todos los proyectos buscan crear un producto innovador que facilite el acceso de las personas con discapacidades físicas a las nuevas tecnologías. Uno de estos productos, el “ratón virtual” Headmouse, permite a los usuarios discapacitados utilizar sus ordenadores moviendo la cabeza. Este tipo de colaboraciones no sólo complementan de forma natural la misión corporativa de la empresa y crean nichos de mercado, sino que tienen la ventaja adicional de promocionar su imagen.
A la vista de estos beneficios, resulta sorprendente que no haya más empresas vinculadas con la comunidad científica. Europa no anda escasa de científicos, pero por alguna razón sus empresas van, en general, por detrás de las estadounidenses. El apoyo de la industria equivale a un 10% de toda la investigación realizada por denominalas universidades en Estados Unidos, más del doble que hace diez años, según cálculos de Charles F. Larson, del Industrial Research Institute de Washington. Como consecuencia de la crisis actual muchas empresas estadounidenses recortan costes, se ciñen a sus competencias principales y adquieren las que no tienen aliándose con universidades, sobre todo en el terreno de la tecnología, mucho más compleja y cara de desarrollar. Y esta tendencia no hace sino acentuarse.
Luis R. Mejía y Kirsten Leute observaron en el libro The Creative Enterprise: “En el actual entorno competitivo global, es más imperativo que nunca que la industria recurra más a las investigaciones universitarias. Las empresas pueden servirse de la tecnología universitaria para crear nuevos y mejores productos y sacarlos al mercado más rápido y a un menor coste que si siguen intentando cubrir todas sus necesidades de innovación por su cuenta. No hace falta ser un lince para advertir que la comercialización de tecnologías creadas por las universidades puede ser una estrategia inteligente. Algunos de los productos más importantes del siglo XX deben su éxito a los investigadores universitarios que los hicieron posibles tecnológicamente”. Los autores mencionan Hewlett-Packard, Sun Microsystems, MIPS Computers, Yahoo y Google, junto con una de las alianzas más conocidas, la que permitió las transferencias de conocimiento entre la Universidad de Stanford y las empresas que engendraron “la criatura de Silicon Valley”.
Aunque Europa aún no está al nivel de Estados Unidos en cuanto a vínculos con universidades, el viejo continente conoce de sobra las ventajas de aprovecharlos para crear negocios de gran impacto.
Como asesor de la Comisión Europea y del Gobierno belga en políticas de innovación, y de distintas empresas en asuntos de estrategia de innovación, he podido estudiar a fondo el valor que los vínculos con la comunidad científica tienen para la industria. En un estudio analicé junto con mis colegas las alianzas de investigación que 842 fabricantes flamencos establecieron con universidades o centros de investigación gubernamentales. En otro examinamos 52 proyectos de alianzas de I+D iniciados entre 1998 y 2003 por ST Microelectrics, el mayor fabricante de semiconductores de Europa y uno de los más importantes del mundo. En ambos trabajos examinamos los tipos de vínculos con la comunidad científica predominantes en cada empresa, así como la relación entre esos tipos y el número de vínculos con el número y la calidad de las innovaciones de las empresas.
Tras estudiar los posibles costes, complejidades y componentes de las alianzas de éxito entre empresas y universidades, creo haber identificado los factores más importantes que ayudan a aumentar estos vínculos y a lograr que sean productivos para las empresas.
Una versión de este artículo se publica en la revista IESE Insight 2 (T3 2009).
Este contenido es exclusivamente para uso individual. Si deseas utilizar este material en clase, puedes adquirir las copias que necesites tanto de "¿Y si su mejor aliado fuera la universidad?" (ART-1536) como de la revista completa en formato PDF mediante IESE Publishing.