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La hora de recuperar la ética en la banca y las finanzas
Cómo inspirar integridad más allá de la regulación
3 de julio de 2014
Se ha escrito mucho acerca de las causas éticas de la última crisis financiera. Ahora es el momento de aprender de ella y forjar unos sólidos fundamentos éticos de la banca y el sistema financiero para no tropezar con la misma piedra.
Ésta fue una de las cuestiones que se analizaron durante los días 30 de junio y 1 de julio en el XVIII Simposio Internacional de Ética, Empresa y Sociedad, que celebra cada dos años el IESE en su campus de Barcelona.
La edición de este año ha profundizado en la necesidad de un rearme ético de la banca, la transparencia en la contabilidad y la inversión responsable.
Más allá de la regulación
El sistema bancario fue el primer asunto que abordó el profesor del IESE Domènec Melé, director del simposio y titular de la Cátedra de Ética Empresarial y de los Negocios del IESE. “¿Fue el colapso de Lehman Brothers un mero fallo técnico sin contenido ético?, preguntó. Responder afirmativamente a esta pregunta resultaría absurdo. Cualquier actividad humana –continuó- siempre cuenta con una dimensión ética”. Y la ética, como afirmaron muchos de los ponentes, es la cara más débil del colapso técnico sufrido por el sistema bancario.
¿Beneficia a la sociedad la competencia entre los bancos? Xavier Vives cree que sí, cuando existe la regulación adecuada. De acuerdo con este profesor de Economía y Dirección financiera del IESE, los bancos han pasado de una regulación rígida a la liberalización, sin el refuerzo necesario en la regulación. Una buena regulación, reforzó, puede ser un apoyo positivo y sólido para que los incentivos sociales y los privados marquen el mismo rumbo.
Colin Mayer, Peter Moores Professor of Management Studies en la Saïd Business School de la Universidad de Oxford, ofreció una visión alternativa a la importancia de la regulación. “No se trata de la regulación – afirmó-, porque la regulación es todo lo que sabemos acerca del control ético de los bancos. De hecho, los departamentos de compliance (que supervisan el cumplimiento de lo regulado) no son más que ‘departamentos de ocultamiento’. Cuanto más regulamos, más promovemos las técnicas de ocultación.”
Mayer también mostró su insatisfacción con los modelos de regulación de tipo “café para todos”, que no tienen en cuenta las diferencias de tamaño y la naturaleza de las empresas. “La Comisión Europea se encuentra demasiado centrada en armonizar un modelo para la banca -asegura-. Y lo peor es que se basa de forma desproporcionada en el modelo del Reino Unido”.
La cuestión del riesgo fue otro de los temas abordados. Como advirtió Xavier Vives, los bancos asumen riesgos excesivos porque operan en un sector opaco y también porque los incentivos para hacerlo son muy altos.
Paul H. Dembinski, Director de la Fundación del Observatoire de la Finance y Catedrático de la Universidad de Friburgo (Suiza), afirmó que le gustaría ver la preocupación por los demás como un elemento de disciplina para mitigar el riesgo sistémico en el sistema financiero en el largo plazo.
El sistema financiero es complejo y lleno de circuitos de retroalimentación que tienen riegos muy altos. Por esto, explicó Dembinski, quienes trabajan en el sector financiero deben tener una visión amplia, una mentalidad más abierta que contemple al resto de jugadores del sector. Si no, acabarán destruyendo los mecanismos del mercado.
El conflicto de intereses en la empresa
Según el profesor Mayer, el principal problema ético es que las empresas existen para servir a los intereses del accionista. “La empresa es una auténtica ‘Alicia en el país de las maravillas’, pero a lo largo del tiempo se ha convertido en Frankenstein en Transilvania”, afirmó. Esto se debe a que se ha captado a muchos accionistas de corto plazo, muy centrados en operaciones de compraventa rápida y no en la creación de valor a largo plazo.
Otro problema es la tendencia de la propiedad dispersa de las empresas. “La empresa no interesa a una sola persona individual, y por esto, la gestión se desboca”. Según Mayer, necesitamos promover el interés personal de todos los grupos de interés y gobernar el conflicto entre los diferentes grupos. Las empresas fiables, concluyó, tienden a ser aquellas que cuentan con accionistas de largo plazo, como las empresas nórdicas.
En su presentación, Josep Maria Rosanas, profesor de Contabilidad y Control del IESE, mostró que tomar el valor para los accionistas como el objetivo de la empresa es una inversión de valores: la maximización del beneficio (o valor) se considera que es “buena”, porque con los supuestos habituales de la microeconomía es una condición suficiente para la eficiencia económica. Pero si los supuestos habituales no se cumplen (y por lo general no lo hacen), entonces la maximización del valor no es una garantía de nada: de hecho, puede llevar a perjudicar a muchas personas, y por lo tanto a un resultado no eficiente. Por el contrario, la idea de misión, como un intento de satisfacer las necesidades reales de los clientes (misión externa) y los empleados (misión interna), conduce a buenos resultados para la empresa que son al mismo tiempo buenos para la sociedad. Por lo tanto, en ese contexto, la ética se sigue “casi” automáticamente.
En esta misma línea, John R. Boatright, catedrático de Ética de la Empresa en la Loyola University de Chicago, llevó el argumento de las empresas guiadas por una misión aún más lejos: las empresas que incorporan beneficios sociales en su modelo de negocio son tan capaces de llevar a cabo acciones responsables como lo son las organizaciones sin ánimo de lucro.
Oriol Amat, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Pompeu Fabra y miembro de la Comisión Nacional del Mercado de Valores de España, expuso algunas de las prácticas legales e ilegales en la manipulación de las cuentas de una empresa y sus implicaciones financieras y éticas. En los casos de quiebra, y de descenso brusco del precio de la acción, las empresas se enfrentan a un dilema ético: pueden disfrazar sus cifras reales para beneficiarse de presentar una evolución financiera estable. Pero algunas investigaciones muestran que contar la verdad y aplicar las medidas adecuadas en bastantes ocasiones evita la caída del precio de la acción.
De los retos a las soluciones
Durante el simposio se expusieron dos tipos de soluciones para los problemas éticos de la banca y las finanzas corporativas: sistemas para medir los comportamientos éticos y, segundo, modelos para tratar de fomentarlos.
S. Prakash Sethi, Senior Fellow en Wiessman Center for International Business y University Distinguished Professor del Baruch College en la City University de Nueva York, ha ideado un sistema para comparar informes de Responsabilidad Social Corporativa, darles más objetividad y, por tanto, obtener mayor provecho. Sethi no cree que estos informes, que actualmente las empresas llevan a cabo de forma opcional, deban convertirse en obligatorios. La auténtica libertad que las empresas tienen “para mostrar sus excelencias, para mostrar que son mucho mejores que su competencia” es lo que las impulsa a avanzar en una dirección mucho más ética. Para Sethi, las empresas deberían ser más críticas si se les da más libertad y, por tanto, se deberían instaurar incentivos para el autogobierno.
La metodología de valoración desarrollada por Sethi le ha permitido descubrir que las empresas financieras alcanzan menores niveles en todos los criterios de Responsabilidad Social Corporativa, excepto en filantropía y en el cuidado del medio ambiente, punto en el que destacan.
Robert B. Atwell, fundador del banco comunitario Nicolet National Bank en Wisconsin (Estados Unidos) -que él define como “cooperativa con ánimo de lucro”- afirmó que la dificultad de medir la responsabilidad social debería resolverse volviendo a los fundamentos. ¿Está haciendo la empresa lo que se supone que debe hacer? ¿Está haciendo un buen trabajo? Y, ¿tienen los reguladores un sentido de la empresa suficientemente centrado en las personas? Estas cuestiones recaen en el núcleo de la valoración de la ética, afirmó.
Para el profesor Atwell, una de las principales acciones que atentan contra la ética de las empresas financieras es la explotación que hacen los expertos del ciudadano medio. Es decir, el prestamista experto puede aprovechar la falta de conocimiento del mercado que tienen clientes que solicitan un servicio -una hipoteca o un crédito- por primera vez, o incluso, en una única ocasión en su vida. Este abuso de falta de información se encuentra en el corazón de la crisis financiera. El profesor del IESE Xavier Vives asegura que las agencias de protección del consumidor deben ayudar a evitarlo exigiendo transparencia.
Los impuestos pueden ser un medio eficaz para fomentar un comportamiento ético, según expusieron varios ponentes. El profesor Mayer afirmó que “el impuesto de sociedades es un medio increíblemente eficaz de garantizar que las empresas promueven los valores”. Por ejemplo, las compañías que cumplieran con este deber podrían beneficiarse de subvenciones y aquellas que no lo hicieran, sentirían una mayor presión fiscal.
Para Mayer “el consejo de administración debe ser responsable de garantizar que la compañía que dirige defienda los valores, o que asuma las consecuencias de no hacerlo”.
Invertir con una conciencia responsable
La sesión de clausura se centraba en cómo conseguir que los inversores actúen para el beneficio de la sociedad.
Jaume Iglésies, director de Values Based Investing en UBS AG en Zurich, habló sobre los criterios de la cartera de la inversión sostenible que ofrece UBS, el mayor gestor de riqueza del mundo. “Impulsar a nuestros clientes a invertir en la comunidad es un camino para desbloquear capital. Si pudiéramos conseguir que gastaran sólo un 0,1 por ciento de nuestras acciones, acumularíamos hasta un trillón de euros en una década”, afirmó. Iglesias destacó que las inversiones sociales necesitan formar parte de un paquete atractivo para los clientes. “Es muy bonito hablar sobre el cambio climático pero ¿cómo lo incorporas en tu cartera?”, señaló.
Harry Hummels, profesor de Ética, Organizaciones y Sociedad en School of Business and Economics de la Universidad de Maastricht, y también Director Ejecutivo de SNS Impact Investing, explicó las características del impact investing, una forma de inversión responsable en la que, más allá del fin ético de la actividad en sí, el capital se invierte en aquellas empresas, organizaciones sin ánimo de lucro y fundaciones, cuyas actividades contribuyen de algún modo a una sociedad mejor. Así se proporciona al inversor la oportunidad de unir sus objetivos sociales con los financieros.
El término impact investing no debería utilizarse para dar buena imagen, advirtió el profesor Hummels. “Aquellos que quieren invertir de forma ética “necesitan un marco en el que poder medir el valor ético añadido de las inversiones”, tanto de las intenciones como los rendimientos financieros. Curiosamente, muchos siguen el camino de la impact investing para no perjudicar su reputación con otro tipo de inversión. Por ejemplo, algunos fondos de pensiones. JP Morgan ha apostado seriamente por el impact investing y este año ha gestionado un total de 46.000 millones de dólares (46 billones estadounidenses) en inversiones de este tipo, con un crecimiento anual del 25 por ciento.
Hummels admitió que existen unas cuantas y serias preocupaciones éticas relacionadas con el impacto de la inversión: realmente estas inversiones son “muy propensas a ámbitos no éticos”. El sobreendeudamiento, las tasas de interés excesivas, las malas condiciones laborales que pueden darse, por ejemplo, en una plantación de té de un país lejano, y otras, son todas ellas realidades negativas. Pero por otro lado, se persigue y fomenta en muchas ocasiones este valor moral. El Fondo de Crédito Médico en África es un caso muy positivo de esta política de inversión.
El profesor Hummels destacó que el impacto de la industria inversora debe ser visto con “una visión moral, pero no desde una moralina”, es decir, con mentalidad abierta, teniendo en cuenta el marco cultural y personal de referencia de las personas a las que se está ayudando. Una cuestión sin resolver es hasta qué punto se establece la cadena de responsabilidad, ¿hasta el inversor mismo?
Fabrizio Ferraro, profesor de Dirección estratégica del IESE, presentó su investigación acerca de cómo involucrar a los accionistas para que asuman la responsabilidad de la empresa. Su trabajo de campo sobre el ICCR, un fondo de inversión de Nueva York basado en valores, analizó cómo éste promueve el cambio social en las organizaciones a través del diálogo privado, reservado. Por ejemplo, en 1971 el ICCR presentó su primera resolución contra General Motors, pidiéndole que saliera de la Sudáfrica del apartheid.
Investigando el compromiso de Walmart y Merkk, entre otros, el profesor Ferraro también analizó cuidadosamente las razones de fondo por las que la participación como accionista produce en estos casos un cambio social.
En los casos de éxito, los accionistas han formado coaliciones dentro de la empresa. El cambio se produce porque el ICCR ha sido capaz de cumplir con los diferentes cuadros directivos de las empresas a lo largo del tiempo.
El profesor Ferraro indicó que los accionistas no suelen ser expertos en los aspectos técnicos de las cuestiones que plantean, por lo que habitualmente deben mantener una relación con la dirección de la empresa.
El ICCR incluye numerosas instituciones relacionadas con la fe, y en esta línea este fondo de inversión proyecta una voz moral. Sin embargo, su impacto fue mayor cuando pudieron reenfocar cuestiones en términos empresariales. El compromiso del ICCR con Ford prosigue desde hace décadas. Y esto, según Ferraro, es muy positivo: el compromiso crea un canal en el que los accionistas pueden seguir impulsando sus esfuerzos de una cuestión ética a la siguiente.